30 agosto 2011

La pérdida y lo femenino burgués: “La mampara”, de Marta Brunet

Revista de Letras
Jordi Corominas Julián
30/08/2011



Las fronteras siempre han sido demasiado dañinas. Sin embargo sirven para entender el progreso de determinadas sociedades. El mundo no se para, es circular y reparte suerte y coincidencias en todos sus hemisferios. Mientras leía La mampara de la chilena Marta Brunet imaginaba la historia del joven Alberto Moravia paseando por Roma aquel lejano día de octubre de 1922 en que los fascistas iniciaron veinte años de negritud para el país transalpino. Un septenio más tarde el pequeño gran Pincherle sorprendió a propios y extraños con Gli indifferenti, ópera prima que tras sortear la censura marcó un antes y un después que en mi opinión aún no valoramos en su justa medida. Su demoledor retrato de la burguesía se movía por un clima ultradecadente donde la ciudad parecía congelada en un magma infinito del que no se podía escapar. El movimiento existía, pero las cosas permanecían inmóviles por el orden de una clase social demasiado arraigada a unos banales privilegios de los que nunca ha querido desprenderse. La crítica, maquillada en una historia de amoríos y posesiones, de ese sopor supuso un azote al régimen de Mussolini y exhibió unas constantes que acompañarían el resto de la trayectoria del escritor romano.

El ingrediente que excitó mi pensamiento comparativo entre Chile e Italia se debe a una característica compartida de la obra que motiva esta reseña con la que inauguró la singladura del autor de Il disprezzo. En ambas el núcleo central de la narración se configura a través de una familia huérfana del patriarca que ha posibilitado un pomposo estilo de vida, lo que implica una lucha por la supervivencia y mantener la apariencia de un estatus. En ambas hay una madre y dos retoños, que en La mampara son féminas. La única diferencia de peso en el armazón de personajes es que Brunet elige una aparición masculina menos peligrosa que el Leo de Moravia, pues coincidirán conmigo en que es más saludable el antiguo propietario de la casa que un amante con ambiciones inmobiliarias. El susto, la traca, espera en otra residencia, porque en el siglo XX una trama burguesa sin dudas de sensualidad y seducción quedaba coja.

Las casualidades mencionadas no son tales, sino que simplemente articulan contextos diferentes en sociedades que transitan por carreteras de diversas velocidades. El volumen que presenta Barataria en España fue editado en Buenos Aires allá por el lejano 1946, cuando su autora ya llevaba más de dos decenios sorprendiendo con una prosa atrevida, sumamente rítmica y muy moderna por los temas tratados, en los que privilegiaba una psicología de la mujer insólita para su época.

Vayamos al meollo. La muerte de su marido ha dejado a la madre de Ignacia Teresa y Carmen desconsolada y con la misión de cargar con el duro de peso de cambiar un rumbo de opulencia. Su experiencia le permite adaptarse al nuevo contexto. Renuncia a la mayoría de lujos y sólo se aferra a la mansión de siempre por amor, recuerdo o mera subsistencia. Ignacia Teresa es su mejor aliada. Trabaja en una empresa que la sume en la normalidad y cumple sus deberes de hija ejemplar, modesta y consciente del infortunio, rasgo que la aleja de Carmen, empeñada en soñar con una permanencia del esplendor pasado que simboliza su apego al teléfono como objeto de prestigio y contacto con una realidad de rompe y rasga. La chica, guapa y con clase, acude a fiestas galantes, se queja y pulsa con tenacidad un inexistente acelerador para no marchitar la flor de su condición, pues ella no ha nacido para ganar dinero con el sudor de su frente, está destinada a lo exclusivo, sea lo que sea, cueste lo que cueste.

La novela, estructurada en capítulos que por su duración crean una especie de tobogán de emociones, atiende con precisión el devenir de las tres protagonistas. La madre es la guardiana que cuida de cuatro paredes y pretende lo mismo con sus dos niñas. La luz que brilla en la noche es su padecer en la imposibilidad del control. Ignacia Teresa, más presente en el primer tramo, desaparece tras la parte más brillante, puro arte donde en pocas páginas se condensa una poética de lo cotidiano de muy altos vuelos.

Desde pequeña asocia ideas, busca símiles, piensa en imágenes. No es que le guste, porque eso indicaría preferencias y en ella esto es algo tan innato, como lo es tener los ojos azul oscuro, de uva, que parecen negros y que de pronto se observa que no lo son”.

Estas pocas líneas viran hacia una introspección absoluta de la mujer que se funde con el paisaje urbano porque tiene hambre y busca saciarla. Su apetito es culinario y vital, pues quien escribe supone que Ignacia Teresa es un alter ego de la narradora. Entra a un bar, duda y sigue el consejo del camarero. La escena que sigue, con sus manos y las de un inmigrante español queriendo entrelazarse, son una metáfora de la soledad y la ausencia de dos mundos que no volverán.

Si La mampara fuera una película imaginaríamos un fundido en negro. De repente saltaríamos a estancias nobles con jóvenes ávidos de una diversión que se presume, por poses y composición de la imagen que el texto forma en nuestra cabeza, más bien aburrida. Es el discreto encanto de la burguesía hundida en sus propias heces. Ignacia Teresa es clara, diáfana, por eso no ocupa mucho espacio. Carmen es complicada y confusa. Sus aventuras copan el final en una lágrima sostenida que abraza cuerpos en el baile, bebe whisky y se pavonea desde su inferioridad, que es temor a que un día se vierta la última gota de opulencia y aparezca su particular cenicienta.

La contraposición entre ambas hermanas vertebra un discurso basado en la aceptación de una metamorfosis en la que ganar no es quimérico. La asunción de la pérdida es la clave que apaciguará el dolor y engendrará otros horizontes en un canto a la capacidad de lo humano para sobreponerse a las adversidades y tumbarlas con capacidad de adaptación.

Celebramos la publicación de La mampara y deseamos que lleguen a nuestras manos más libros de Marta Brunet en la colección “Humo hacia el sur”, recuperadora de las vanguardias del Novecientos del otro lado del charco y titulada cómo una novela de la autora chilena. Lo anhelamos desde unas coordenadas de recuperación de un legado que sirve sobremanera en la actualidad, pues sin lo pretérito, sin lo clásico que es moderno a rabiar, no seremos capaces de lograr una literatura que no sólo sea fast food y voracidad de mercado, sino que innove, apueste por el riesgo y no olvide que lo que muestra el retrovisor es fuente de aprendizaje con sólidos cimientos, útiles para el presente, armas de calidad que den al viaje libresco fuegos nada artificiales.

22 agosto 2011

Me odiaría cada mañana - Ring Lardner Jr.

Argumentos
Pablo Vázquez



EL ÚLTIMO SUPERVIVIENTE

Este es el título del décimo y último capítulo de las memorias de Ring Lardner JR., tituladas Me odiaría cada mañana (I’d Hate Myself in the Morning). Ring Lardner JR. fue un guionista importante en Hollywood, desde los años cuarenta hasta los años ochenta, o quizá podría haberlo sido si hubiera discurrido con normalidad su carrera. El gran obstáculo que encontró, consistió en formar parte de la lista de los diez de Hollywood, la lista negra. Aunque estuvo encarcelado durante un año, el mayor castigo para este escritor, que era el más joven de los diez ajusticiados, fue trabajar desacreditado o de manera anónima durante los quince años siguientes (desde 1950 hasta 1965) al igual que otros de sus compañeros. De todas formas Lardner consiguió dos oscars en las ceremonias de entrega celebradas en 1942 por el guión original (La mujer del año, junto a Michael Kanin). Y en 1970 por el guión adaptado de M*A*S*H (basada en la novela de Richard Hooker).

Lo mejor será copiar varias frases del capítulo octavo titulado Complacerte nos ha costado veinte mil dólares porque este blog está centrado en los guiones provenientes de otros medios distintos al cine, es decir, en las adaptaciones. A propósito de la labor del guionista… Waldo SALT describió nuestro oficio como “un género distinto que consiste sobre todo en escribir con imágenes; su estética difiere en los sustancial de la inherente al teatro o a la novela, y desde el punto de vista técnico se aproxima a la poesía”.

Sobre las adaptaciones y la arbitrariedad del guión… Para adaptar Semi-Tough (Semiduro), un libro sobre fútbol americano escrito por Dan Jenkins, pergeñé un par de borradores: al productor le gustaron y, lo más importante en los viejos tiempos, a los mandos de United Artists les gustaron tanto que dieron el salto crucial desde el “desarrollo de la mercancía” a su producción como vehículo para el lucimiento de Burt Reynolds; la única pieza que faltaba, el director, se corporeizó súbitamente en la persona de Michael Ritchie. Aunque yo le di a entender que esperaba intervenir en cualquier revisión de la historia, él comunicó al estudio que no deseaba hablar con el viejo guionista y quería uno nuevo a su disposición. También anunció que el eje de aquella comedia satírica ya no sería el fútbol profesional sino los grupos de ayuda y concienciación. Tanto el productor como el estudio consideraron estas demandas arbitrarias pero no excesivas, de manera que, en un alarde de versatilidad, retiraron su respaldo empresarial al libro y el guión que habían adquirido para ejecutar diligentemente todas las novedades que Ritchie y su nuevo amanuense tuvieran a bien ingeniar.

O acerca de las ideas originales… Cuando un amigo mío vio Río Rojo y felicitó al guionista por su trabajo, el felicitado Chase exclamó: “¿Pero no te has dado cuenta de que es Rebelión a bordo?”.

La idea original de M*A*S*H no salió ni de Altman ni de mí, sino de los autores del libro. En cuanto a la película misma, su estructura básica y cada una de las escenas desde el arranque al desenlace son las fijadas en mi guión pese a todas las interpolaciones o improvisaciones de Bob.

Completando la lista de libros y manuales sobre técnica y escritura del guión que se pueden encontrar en librerías y bibliotecas, siempre se agradece la publicación de Me odiaría cada mañana, unas memorias escritas con pulso periodístico del más genuino y absorbente a lo largo de diez capítulos encabezados por el “titular adecuado”, que abarcan su infancia, juventud, madurez e incluso sus reflexiones sobre la existencia y la muerte cercana. Todas las páginas están escritas desde la honestidad, la comprensión y la ausencia del rencor de su protagonista.

Aprovecho para recomendar este artículo anterior de Ángela Armero sobre Ring Lardner JR. que resulta muy enriquecedor sobre otros aspectos alusivos a la escritura de guiones.

La locura de Almayer - Joseph Conrad

Lecturalia
22/08/2011



Lejano antecedente en varios aspectos del Kurtz de El corazón de las tinieblas, Kaspar Almayer, protagonista de esta novela, se ve arrojado, como otros personajes de Joseph Conrad (1857-1924), a su particular laberinto existencial envenenado por el infierno de sus quimeras. Empantanado físicamente en una isla del archipiélago malayo y emocionalmente por el amor a su hija mestiza, el anhelo de un quiebro de la fortuna que le permita dar un vuelco a su existencia lo lleva a acometer empresas desesperadas, entre ellas La locura de Almayer –nombre con que se conocen unas instalaciones abocadas a albergar un negocio que queda sin contenido–. El destino, sin embargo, está marcado y marca inexorablemente la senda de las sombras.

ESTÉTICA DE LO PEOR

LUIS FRANCISCO PÉREZ


El último ensayo publicado por el profesor y filósofo José Luis Pardo, Estética de lo peor, es una compilación de ensayos aparecidos con anterioridad en diferentes medios de prensa, catálogos de exposiciones, o revistas especializadas, en un arco temporal que abarca desde 1997 a 2008. Toda compilación de textos, es decir: allegar o reunir en un solo cuerpo de obra documentos ya editados, posee una cualidad admirable que no es otra que la relectura –en el caso, obvio, que se siga a ese autor– de una parte de su obra leída bajo una cierta doble condición de aleatoriedad y eventualidad. Es más, por mucho que nos interese un autor difícilmente tendremos acceso a la totalidad de lo por él publicado. Razón esencial esta en el caso que nos ocupa, pues José Luis Pardo, afortunadamente, escribe y publica con alegre, solvente y dinámica frecuencia.

Estética de lo peor reúne una selección de 15 textos (ninguno de ellos inédito) que si bien están agrupados por bloques temáticos (desconocemos si por deseo del autor o de los editores: poco importa), dichos bloque facilitan menos la lectura –dado que la redireccionan no siempre en el sentido más apropiado– que si optamos por un “ir saltando” entre los textos, bien por un mutuo interés entre el autor y el lector por determinado asunto tratado, bien por una concreta orientación intelectual o ideológica ante los temas debatidos, o incluso, por supuesto, por un decidido rechazo ante un concreto análisis o interpretación de una manifestación estética cualquiera o un determinado apunte sociológico. Si bien es difícil encontrar en Estética de lo peor un decidido centro ante el cual basculen o graviten todo los textos presentados, no es menos cierto que la propia fragmentariedad que el volumen destila ayuda a entender más y mejor algunos de los argumentos intelectuales esgrimidos por José Luis Pardo durante la última década, y entre los cuales la “fragmentación” –del arte y la vida contemporáneos o de la fragilidad del cuerpo dentro de ese escenario de ruptura, entre otros– ocupa dentro de su ideario estético un lugar de centralidad tan esencial como admirable.

Que en un corpus de quince ensayos más de diez posean una grandeza intelectual innegable nos ofrece una imagen concluyente de la tan inteligente como feliz idea de agrupar estos escritos, y más allá de los consabidos oportunismos o estrategias de marketing propio de las editoriales. Dado que, tal como ya hemos apuntado, el volumen carece de un centro unitario, lo más efectivo es focalizar aquellos textos que por sí solos ya ejercen una función solar, y ante la cual las ideas giran fragmentadas dentro y fuera de su órbita. Así el apartado titulado Un amigo americano donde, utilizando como pretexto el análisis de la película de Cronenberg Crash (y no únicamente este film), como también El amigo americano, de Wenders, José Luis Pardo, en realidad, nos está ofreciendo sendos y muy brillantes análisis de cuestiones más cercanas a la metafísica, como son la expiación y la culpa. En el apartado Algésicos comprimidos (textos sobre artistas) sobresale el texto dedicado a Ramón Gaya, donde al autor utilizando una retórica intelectual muy brillante no siempre convence en su deseo (un tanto obsesivo) de hacernos creer que Gaya es un artista vanguardista, pero lo que sí logra Pardo con este ensayo (y no es poco) es replantearnos (una vez más), y más allá del interés o aprecio por Gaya, los siempre tan escurridizos como cambiantes conceptos de “tradición”, “vanguardia” o “contemporaneidad”. Pero en nuestra opinión los dos mejores apartados de que consta el libros son los dos primeros, Ensayos sobre la falta de oficio y Cómo se llega a ser artista contemporáneo, ambos con seis escritos en total, y en los cuales José Luis Pardo, utilizando un sabio dispositivo de “inteligencia humorística” nos ofrece algunos de los más altos ejemplos de especulación teórica y estética que se hayan producido en nuestro país.


21 agosto 2011

L’últim explorador

Diari de Girona
Dominical
Paco Cerdà
21/08/2011



L’últim explorador

El valencià Miquel Silvestre, que va abandonar una plaça de registrador de la propietat per
trobar la inspiració literària, inicia un viatge amb moto de 18 mesos entre Espanya i Alaska rere
el rastre dels grans aventurers espanyols; ja ha recorregut 67 països i reivindica l'èpica del viatge.

Aquesta és la història d’un registrador de la propietat, número u de la seva promoció, que quan s’afarta del «magma de comoditats que va devorant la seva capacitat de somieg i fent la seva vida cada vegada més grisa», decideix penjar el vestit d’una professió d’èxit per canviar-lo pel d’un aventurer a la caça de la Idea de la novel·la perfecta. Després de tres anys perseguint l’anhelat argument, aquesta ambició literària l’ha convertit en un viatger que ha recorregut 67 països en solitari sobre una moto que ja va pels 100.000 quilòmetres al comptador. És la història de Miquel Silvestre (Dénia, 1968), que el 15 d’abril del 2008 va decidir agafar les regnes de la seva vida i va emprendre el seu primer viatge. Diu que quan se li acabin els diners tornarà a la seva plaça de funcionari, una feina que, encara que no l’omple, li ha permès estalviar i demanar una excedència que li ha obert les portes al seu somni.
Malalt de literatura, se’n va anar a la Toscana per ser l’únic paratge del món que Josep Pla hauria salvat del foc. La BMW GS 1200 que carregava al vaixell i el viatge italià eren l’excusa: ell només anava a mirar la gent i a descobrir nous paisatges mentre esperava l’arribada de la gran idea d’aquest llibre que, després de tres novel·les i alguns contes publicats amb escàs eco, el consagressin –aquest cop sí– a l’Olimp de les lletres. Però la Idea, després de quinze dies a la Toscana, no va arribar. I Silvestre va provar sort a Irlanda, de nou en moto. Allà tampoc no va trobar la novel·la, però va ensopegar amb una història que el va captivar. «A Irlanda –explica Miquel Silvestre des d’un hotel de la República Txeca– vaig descobrir el rastre dels nàufrags de l’Armada Invencible i vaig trobar la història d’un personatge essencial: el capità Francisco de Cuéllar, un dels pocs membres de l’Armada que va aconseguir salvar-se i que va escriure una carta a Felip II relatant-li les seves desventures durant els set mesos que va estar vagant per Irlanda».
Passional com és, Silvestre es va enamorar de la història i va decidir recórrer el camí de Cuéllar amb la moto fins a trobar les humils tombes d’aquells dissortats herois de la Invencible, dels quals va publicar alguns reportatges a la premsa espanyola. Igual com s’havia enganxat als viatges amb moto, va ser llavors quan es va aficionar a seguir el rastre dels antics exploradors espanyols i explicar-lo.
Així, va acabar amb la moto als Estats Units per travessar Amèrica del Nord de cantonada a cantonada (Miami-San Diego-Vancouver- Quebec-Nova York). Va buscar a Florida els vestigis del seu conquistador espanyol, Juan Ponce de León. Va anar a Saint Augustine, primera ciutat dels EUA, per trobar les empremtes del seu fundador espanyol, Pedro Menéndez de Avilés. També va travessar el desert americà d’Anza Borrego, en homenatge al capità espanyol Juan Bautista de Anza, el primer que el va travessar a peu i arribar a Califòrnia per terra, o va recórrer el Camí Reial de les missions que va impulsar a Califòrnia el franciscà Fra Juníper Serra.Enlace

UNA AVENTURA IMPOSSIBLE

Desgranar-ho tot seria impossible. Tan impossible com li semblava a Silvestre la seva següent aventura. Va arribar a Kenya per escriure el reportatge d’una ONG i, sense gairebé adonarse’n, es va veure comprant una moto de segona mà al cap de la televisió alemanya a Àfrica de l’Est i enfilant la carretera amb 10.000 quilòmetres al davant i el repte d’arribar a Ciutat del Cap (Sud-àfrica). «Jo ni tan sols sabia quin país anava al darrere de l’altre perquè mai havia planejat un viatge per l’Àfrica». Ara recita de memòria aquell periple: «Kenya, Tanzània, Zàmbia, Zimbabwe, Botswana, Namíbia, Sudàfrica, Lesotho, Swazilàndia i Moçambic». Després va completar l’aventura pel Marroc, el Sàhara, Mauritània, Senegal i Mali. I en aquest periple africà, ara sí, Silvestre va veure la llum.
Però va ser una llum molt diferent a la que esperava. «Vaig abandonar la idea d’escriure una novel·la en adonar-me que el que m’estava passant era molt més interessant que qualsevol argument de ficció que jo pogués imaginar », explica. I es va llançar a escriure el llibre de viatges Un millón de piedras (Barataria) i a relatar aquesta aventura en moto per catorze països africans durant quatre mesos: «Hi desfila la història d’una prostituta en un hotel d’Harare (Zimbabwe), les monges d’un hospital catòlic al nord de Kenya, un portuguès mafiós a la frontera entre Namíbia i Sud-àfrica, l’àngel que em va rescatar quan vaig tenir un accident a Sud-àfrica, les infermeres d’un hospital de Lesotho que em van curar les ferides, el record dels grans exploradors, el conflicte de Moçambic, les tensions polítiques a Sud-àfrica...».
Miquel Silvestre ja tenia el llibre. Però volia més droga aventurera perquè li permetia tres coses: «Reivindicar part del nostre passat explorador, viure una aventura mentre anava a buscar el rastre d’aquells homes, i trobar una matèria primera fantàstica per escriure: rescatar el record dels antics exploradors i explicar com són ara els llocs que ells van veure». I després de dos grans periples amb moto per Àsia central i el sud de la conca mediterrània, en els quals va ensumar el rastre d’Adolfo Ribadeneira, l’espanyol que es va endur escrits de Mesopotàmia, de Fernando de Arana, l’arquitecte de Damasc que va aixecar més de 70 edificis vuitcentistes, o de Ruy González de Clavijo, 600 anys després que el viatger trepitgés la mítica Samarcanda, Miquel Silvestre ha iniciat el projecte definitiu: un viatge amb moto de 18 mesos d’Espanya a Alaska seguint el rastre d’altres grans exploradors espanyols.
Va començar el 10 de juliol a Noruega i serà una expedició al voltant del món, explica, «per mostrar qui van ser Pedro Páez, descobridor de les fonts del Nil Blau a Etiòpia; Sant Francesc Xavier, missioner al Pacífic; el Coronel Palanca, conqueridor de Saigon (a la Guerra de la Conxinxina del segle XIX); o Urdaneta, explorador de les Filipines. Però no només m’interessen els homes, també vull escoltar el vulgar, aquest estrany idioma amb un 50% de velles paraules castellanes que es parla en algunes illes de Malàisia, o visitar Córdoba i Valdés d’Alaska, els dos topònims espanyols més septentrionals del planeta». D’aquesta aventura en traurà un altre llibre un home, meitat escriptor meitat viatger, que es considera «l’última baula de la llarga cadena d’exploradors espanyols».

20 agosto 2011

Peor

El País
Francisco Calvo Serraller
20/08/2011





Aunque la consigna "cuanto peor, mejor" esté asociada principalmente al terreno del combate político de carácter subversivo, lo cierto es que cabe aplicarla a cualquier esfera del mundo contemporáneo en la medida en que nuestra era es inseparable del impulso revolucionario; esto es: en la medida en que funda su razón de ser en un cambio radical con el orden del pasado histórico, estigmatizado como Antiguo Régimen. En este sentido, el paradójico deseo de promover lo peor se inscribe en una voluntad de acelerar el cambio para así acceder a lo supuestamente mejor, que ha de ser la creación de un orden nuevo, exento por completo de las cortapisas heredadas. Desde siempre, el hombre se ha consolado de las estrecheces sufridas en cada momento histórico de su existencia mortal con el anhelo de conseguir algo que estuviera "más allá", pero sólo en nuestra época se ha embarcado en la ilusión de que ese alejado horizonte está, como quien dice, a la vuelta de la esquina, y está tan cerca porque lo podemos diseñar y fabricar a nuestra medida, casi tan solo con librarnos de los prejuicios atávicos que nos encadenan.
Tras dos siglos y pico de práctica revolucionaria, o, si se quiere, de Nuevo Régimen, nunca, por el momento, se ha logrado la consolidación de este paraíso terrenal al alcance de la mano, quizás no tanto porque no sea técnicamente factible producir un "más allá" en el "acá", lo que está al orden de día, sino porque indefectiblemente todo "acá" logrado te lleva a suspirar por cualquier "allá"; o sea: porque todavía, siendo mortales, no hemos logrado cerrar nuestro horizonte. ¿Lo lograríamos acaso cuando nos transformáramos en muñecos mecánicos, como parece indicarnos el progreso tecnológico? Es probable, pero entonces, nosotros ya no seríamos nosotros y no sabríamos lo que habríamos ganado o perdido con esa transformación revolucionaria de nuestro ser. En cualquier caso, lo peor de este mejor habría consistido en que, para lograrlo, se cancelaría el móvil de esta y de cualquier otra mejora: la libertad, el manantial que nutre el caudal de toda revolución terrenal.
¿Será éste el motivo del creciente prestigio del arte en nuestra secularizada época, un arte que ha dejado de ser un oficio singular para convertirse en la única promesa fiable revolucionaria de proporcionarnos el Edén sin transformarnos en otra cosa? A esta y a otras preguntas afines ha dedicado un libro el filósofo español José Luis Pardo (Madrid, 1954), significativamente titulado Estética de lo peor (Pasos Perdidos-Barataria), donde analiza los avatares del arte y la estética contemporáneos, pero sin tomar partido previo ni por los "apocalípticos", que recelan de cualquier innovación, ni por los "integrados", que piensan que están en el mejor mundo de los posibles, pues los cambios vienen rodados, aunque, en el fondo, todo siga igual. Antes, por el contrario, en un epígrafe titulado como el libro, inserto en un capítulo denominado 'Ensayos sobre la falta de oficio', Pardo nos recuerda que el fundamento del arte contemporáneo ya no es la constrictiva Belleza, el canon histórico que lo fundamentó, sino la Libertad, cuya ansia de exploración no admite fronteras preconcebidas, y, por tanto, que no se asienta en ninguna conquista, ni siquiera en el recuento institucional de sus indudables logros, como demandan hoy los beneficiarios de lo "políticamente correcto". Nos propone, sin embargo, que el arte actual se convierta en "un hogar para la mera humanidad" y añade que, para ello, "quizás... sería bueno abandonar la perniciosa idea de que la obra de arte tiene que simbolizar la verdad (que a menudo es solidaria de un mundo inhóspito y de una tierra inhabitable) para experimentar con otra vieja idea de la obra de arte: aquella que la describe como símbolo de la libertad". Pues, al fin y al cabo, sólo quienes creen en la libertad, se harán libres: auténticos transeúntes, que están aquí y allí, acullá, como el buen arte, generador de entuertos y extravagancias, requiere.

JOSÉ LUIS PARDO: DISCERNIR LA VERDAD

La Voz de Galicia
Héctor J. Porto
20/08/2011


«Solo una clase de fealdad no puede ser representada conforme a la naturaleza sin echar por tierra toda satisfacción estética y, por tanto, toda belleza artística, y es, a saber, la que despierta asco, pues... entonces no puede ya ser tenida por bella». Esta reflexión extraída de la Crítica de la facultad de juzgar, la obra de Kant, parece ser el objetivo que abatir por el arte contemporáneo —ya desde la primera agitación de las vanguardias históricas—, según defiende el ideario del pensador, escritor y catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid José Luis Pardo (1954) que parece vertebrar la antología Estética de lo peor. El libro reúne más de una docena de textos recuperados de su producción entre los años 1997 y 2008 que ya habían visto la luz previamente en periódicos, revistas, libros colectivos, publicaciones especializadas, monográficos de arte, suplementos de cultura, etcétera.
Sin embargo, y pese a la forma en que se presenta el tomo, haciendo énfasis en su unidad, su contenido va más allá, es absolutamente heterogéneo, como haciendo honor al gusto del pensamiento del profesor. En realidad, el subtítulo —De las ventajas e inconvenientes del arte para la vida— refleja mejor las aspiraciones de esta colección de textos que debería haber prescindido de las cinco subdivisiones temáticas que tratan de ordenar las piezas de este puzle.

DISCURSO COMBATIVO
Y es que cada ensayo se basta para hablar por sí mismo de sus desvelos que, aunque variopintos, acaban convergiendo en el espacio improbable del discurso combativo de José Luis Pardo, uno de los pensadores menos complacientes de la escena española actual, un hombre que aún confía en el poder de la filosofía para maravillar, provocar, debatir, meditar, un catedrático que añora, como buen socrático, la plaza como la arena para el combate dialéctico. Y es que para él todo es susceptible de desenredarse, de ser objeto de especulación, nada en la vida y en la sociedad es ajeno al inquieto bisturí del análisis y de la crítica: el arte (tradición, vanguardia y contemporaneidad), la globalización, el cine, la bioética, la vulnerabilidad del cuerpo, la máquina, el poder, el pecado, la ciudad, el mercado, el erotismo, la libertad, el dolor, la muerte, las teorías de la conspiración... Asimismo, desmenuza obras concretas de autores como David Cronenberg (y su filme Crash), el artista Amorós Torres, el dibujante y viñetista El Roto, la artista Eva Lootz (y su instalación La jaula de los pájaros), Ubay Murillo, Ramón Gaya, Wim Wenders (El amigo americano), Picasso y un largo etcétera.
En fin, la lectura de Pardo, sea cual sea la preferencia concreta del lector por uno u otro de los temas, el abordaje de sus múltiples sendas y sus desviaciones, es profundizar en el gozo de la filosofía, y, como él suele decir, aprender a «discernir la verdad de la farsa efi caz y la libertad de la tiranía maquillada».

18 agosto 2011

La maja y el torero

El libre pensador
Guillermo Arroniz
18/08/2011




“Las arañas de diez brazos, las lámparas de cuatro mecheros, los sillones tapizados en piel de Rusia, las telas de Damasco, las alfombras de Persia, los biombos de China, los relojes de caja, los muebles de terciopelo rojo, los escritorios de taracea, los cuadros negruzcos de Orrente y de Menéndez, las camas inmensas, las mesas macizas de nogal, los aparadores de cuatro puertas, los armarios de doce cajones, los enormes floreros: todo el viejo lujo español, que se vio obligado a ceder su puesto a aquella elegancia de tercera categoría que entusiasma a los pueblos cándidos atrapados por las ideas civilizadoras y que una criada inglesa habría rechazado”.

Páginas 10 y 11.

“La mula, rapada de medio cuerpo, sacudía con su cabeza empenachada todo un carillón de campanillas y cascabeles. El guardicionero que había confeccionado el arnés se había entregado a un derroche increíble de pasamanerías, pespuntes, pompones, borlas y pendengues de todos los colores. De lejos, sin las largas orejas que salín de aquel brillantes follaje, se habría podido confundir aquella cabeza de mula así aparejada por un ramillete de flores ambulante”.
Páginas 20 y 21.

“Algunas candelitas hacían titilar sus luces amarillentas ante una imagen ahumada de la Virgen suspendida de la pared, porque, como toda la gente que se expone por su profesión a peligros mortales, los toreros son devotos o cuando menos supersticiosos”.
Página 25.

“Reinaba el silencio, porque la entrada en la plaza siempre es un momento algo solemne que al más despreocupado pone pensativo”.
Página 29.

“[...]comenzaría a bailar con ligereza y una expresividad admirables una de esas viejas danzas españolas en las que Arabia ha dejado su languidez ardiente y la pasión de su misterio [...]“.
Página 47.

“Las mujeres, como los poetas, se aprecian en su justo valor y reconocen su verdadera fuerza”.
Página 134.

La reedición de clásicos más allá del par de centenares que se repiten continuamente (de El Quijote a Romeo y Julieta), es un acierto, una apuesta por el futuro, aunque provenga del pasado. Porque si se pierden las raíces de nuestra cultura no habrá futuro sino indefinición y falta de Norte tanto como de arraigo.

Pero, quién lo duda, es también una apuesta arriesgada. Una de esas labores que alguien debería hacer pero que puede salir personal y empresarialmente cara. Por eso se agradece doblemente que existan editoriales que asuman esta gran labor.

Teophile Gautier fue un francés viajero, con una gran tendencia hacia lo plástico (quiso ser originariamente pintor), con una capacidad de síntesis para la descripción inaudita, y un gran amor por lo español como puede comprenderse por el presente libro en el que rechaza las costumbres e innovaciones importadas y mal asumidas por los peninsulares para ponerse del lado de los majos y las majas, las mantillas, los toros y los rincones con sabor árabe como Granada, aunque tradicionalmente esta última “admiración” se suela vincular más a los autores británicos o autores angloparlantes.

Como prueba de ese alma sensible a la pintura y las imágenes valgan dos o tres fragmentos donde se citan grandes autores como Goya o Rembrandt:

“Si un pintor hubiese visto pasar por las calles a aquel robusto jinete presionando entre sus piernas a aquel gran caballo negro [...] habría pintado una figura de efecto impresionante. [...] Pero los pintores estaban acostados”.
Página 102.

“Aquel sereno de marcadas facciones, de fisonomía ruda pero bondadosa; aquella muchacha de una blancura de cirio, y cuyas negras cejas hacían resaltar más profundamente aún su mortal palidez; aquel cuerpo inanimado, cuya cabeza descansaba en las rodillas de la joven, ofrecían un grupo capaz de tentar al pincel de Rembrandt”.
Página 78.

Barataria decide además hacer una apuesta doblemente arriesgada al traer nuevamente a la vida un texto donde se elogia lo español (hoy tan depauperado), las raíces y costumbres antiguas, y por supuesto los toros. ¡Los toros, espectáculo perseguido hoy por su crueldad a pesar de haber rebajado mucho la violencia y haberse refinado casi hasta lo infinito! Greenpeace y las defensoras de los derechos de los animales se llevarían las manos a la cabeza. Pero como puede verse, el debate no es nuevo:

“El pobre Andrés bajó la cabeza, porque había leído, como los demás españoles, los estúpidos discursos filantrópicos que los aprensivos y las almas apocadas han lanzado contra las corridas de toros, uno de los más nobles entretenimientos que haya podido el hombre contemplar”.
Página 15.

Desde luego es innegable que la enjoyada prosa del francés toma fuerza y sangre, brilla con admiración y palpita, vive, cuando describe las suertes, al torero y su valor, y la adhesión con que el pueblo experimentaba la fiesta.
Aunque también es preciso aclarar que, si bien la prosa, como decía antes, es enjoyada, no con esto quiero decir que sea lenta o excesivamente descriptiva, de hecho él se medio burla de autores como Balzac por esa tendencia a extenderse tanto. Pero, claro, en comparación con la prosa desnuda, casi esquelética, enflaquecida, minimalista de tantos autores contemporáneos que han renunciado al adjetivo y a todo adorno, su observación de pasamanerías, brocados, lentejuelas y materiales, por ejemplo, resulta poética, brillante, y preciosa como una fíbula en una caja de pedazos de acero inoxidable.
La historia nos muestra a un autor muy capaz de la tragicomedia, capaz de ver con humor e ironía la realidad doliente de la vida, de convertir en asunto gracioso la –torpe- investigación policial de un navajazo que es, en sí, un intento de homicidio. Dos parejas de españoles que representan la tradición y la modernidad traída de Inglaterra, Francia y Alemania resultan no ser tan compatibles como hubiera podido pensarse. En la pareja acomodada el hombre se siente majo, amante de los toros, sencillo; ella solo piensa en dúos de Bellini, telas traídas de la pérfida Albión y apariencias. En la pareja del pueblo, la maja no se siente enamorada del torero pero encarna a la perfección la belleza y la honestidad de espíritu de la mujer virtuosa; y el torero la persigue presa de los celos, unos celos telúricos, brutales, sangrientos, posesivos y destructivos hasta sus últimas consecuencias.
¿El desenlace? El placer del lector que lo descubra.

Deliciosa obra para amantes de la literatura del XIX, para amantes de la literatura francesa, para amantes de las costumbres españolas y, en general, para los amantes de la Literatura con mayúscula.

11 agosto 2011

Que siga el baile

La biblioteca imaginaria
Sergio Torrijos Martínez
11/08/2011



El autor de esta novela y de otras de igual cariz tiene un serio problema: si en lugar de llamarse Ibáñez se apellidara Olsen, Jensen, Firgunson o cualquier nombre escandinavo o extranjero triunfaría pero se llama Ibáñez, no nació en las gélidas tierras nórdicas, sino que lo hizo en Santander, es español, y aunque sea capaz de crear novelas buenísimas eso no es suficiente para sacarle de un semi-anonimato. Siempre aparece en las listas de los padres y referentes de la novela negra española, aparece empecinadamente entre un quinteto de buenos escritores, pero parece ser que se le niega el pan y la sal, algo muy propio de este país, sino recordemos nuestra historia.
Ibáñez no tendrá una buena imagen, no aparecerá en los medios de comunicación con opiniones cuestionables, no montará ningún cirio en ningún programa, no sumara a sus espaldas titulares, no, es hombre discreto pero desde su anonimato o desde su ostracismo es capaz de crear algo verdaderamente complicado, novelas de género, pero de las buenas, personajes creíbles, de los que no se olvidan, y tramas que recuerdan todo lo sórdido del género humano.
Esta novela que nos ocupa, es una novela en la que las líneas aparecen de manera continua, esas líneas finas, en algunos momentos tan sutiles que casi se deshacen al mirarlas, que nos indican donde se halla la legalidad o la ilegalidad, lo honesto o lo ilícito, si una persona es honrada o simplemente su actitud es poco más que reprobable, si un policía es honesto o deshonesto, en fin, líneas que marcan una frontera, un lugar que a veces, sin darse cuenta se traspasa, se cruza y sin ser consciente de ello te encuentras fuera de ello. Ibáñez es experto en esas lides, en esas líneas, en esos personajes que viven en el límite de lo permisible, que sus acciones son tan discutibles como reprobables, que están en la legalidad a un único paso de un delito.
Pero la novela es mucho más, es un buen trabajo de un escritor avezado, que usa un lenguaje similar a un serrucho, fuerte, brusco, a veces violento, pero otras veces eficiente y en algunos casos, cuando el autor quiere, bello: “La clínica Virgen del Tobosoestaba en las afueras de Mirasierra, uno de los barrios residenciales del norte de Madrid, cerca de la N-1. Los dientes negros de la sierra se recortaban en un cielo plomizo. No eran negros del todo, aparecían algunos destellos violáceos, como si el aire allí arriba tuviera ese color; la nieve mellaba las cimas más altas.” Pag. 158.
En otros momentos, violento y desabrido: “Me erguí, me acerqué a él y le arreé un bofetón. Sonó como una rama de higuera tronchándose. El tipo retrocedió, lívido, con la mano en la mejilla, mirándome. Su sentido de la hospitalidad no le permitía devolverme el golpe.” Pag.205.
El lenguaje es muy destacado, con un sentido muy fuerte a la hora de crear sensaciones, sensación de velocidad, de inestabilidad e incluso de violencia, se percibe en toda la novela esa sociedad de autor con el lenguaje y que nos transmite una serie de ideas que nos llevan a bares de alterne, personajes turbios, con pasados aún más turbios, gente que calla porque hablar condena y sobre todo gentes desesperadas.
Los personajes son de una gran finura, el autor precisa de dos líneas para bosquejar cualquier retrato humano, con cuatro líneas sabemos su vida y milagros y si se amplía a la sexta, tenemos su ficha policial. “Su cara atezada era la de un hombre sobre los sesenta años que hacía cuarenta que se ganaba la vida como policía. Su cuerpo era menudo y su calavera pequeña. Usaba gafas con los cristales al aire cuya levedad no encajaba con su expresión de encargado de la llave del gas en Mauthausen. Vestía a la antigua: terno gris, camisa blanca y corbata limpia y discreta. Por descontado, desconocía lo que era sonreír, tampoco sus palabras conocían el registro suave.” Pag. 174.
La trama, como buena novela de género, tiene recovecos, recodos estrechos y sinuosos y abundantes planos, en algunos momentos se pierde y en otros aparece, creándose una finísima tela de araña que nos atrapa en la lectura y no podemos cesar de leer y leer.
La edición es mucho más que correcta, muy adecuada al género, con formato pequeño muy útil para leer en cualquier lado y presentación esmerada, existe una errata en la página 175 como única mácula.
En resumen, una novela verdaderamente buena, de género, de las de verdad, no de esas livianas que nos bombardean desde el extranjero, una novela de una pieza con personajes del mismo tono, una novela dura, por momentos irritante y por otros sorprendente. A los enamorados del género negro no nos decepcionará, del autor ya sabemos sus mañas, a los nuevos que se acerquen a él, descubrirán a un autor de primera línea, capaz de crear con muy poco, un mundo poderoso, vivo, por momentos desabrido pero tan real y genuino que nos atrapa y la novela parezca de devora nuestro tiempo y no al revés. Que lo disfruten.