14 abril 2010

"Diario de las especies": la cara B del fenómeno literario








Ibrahim B.
martes 13/04/2010



Anónimo dice...

16:21 PM

(Hay demasiados individuos en vuestras vidas que preferirían ser presidentes de la General Motors a quemar la gasolinera de la esquina. Sólo que como no pueden conseguir una cosa, van a por la otra. Ch. Bukowski.)

(Claudia Apablaza, Diario de las especies)

Diario de las especies, de la escritora chilena Claudia Apablaza, puede resumirse en la fórmula, más que manida, de literatura para lectores. No obstante, como ya advirtiéramos a propósito de Las teorías salvajes y su relación con el subgénero de la novela de campus y la búsqueda del autor olvidado en el tiempo (al estilo del Evaristo Carriego borgeano), existe un efecto extraño en cualquier lector exigente ante un libro como éste, que no busca la originalidad narrativa y permanece asido al mito de la literatura: simplemente, seduce. Diario de las especies es un divertimento para la tribu de bibliófilos que puebla el espacio digital. Precisamente, el texto de Apablaza se articula en torno a una lectora voraz recién aterrizada en Barcelona, que abre un blog para abundar en su interés por «la búsqueda de las formas de escribir una novela». Diario de las especies se convierte entonces en un retablo que retrata la jerarquización de roles patente en la blogosfera y en el sistema literario.

La bitácora de la narradora actúa como un tótem mediante el cual relacionar a otros autores/ lectores anónimos con cierta actitud de fans con los ídolos de la escritura actual y el canon de la narrativa del siglo XX: no es casual, pues, la mitomanía hacia Vila-Matas, héroe de la metaliteratura, así como el hecho de que la narradora intercambie correos con aquél. Más allá de los nutritivas tertulias literarias, lo interesante de Diario de las especies es la inmersión, a partir de los comentaristas del blog, en el lado oscuro del fenómeno literario, ese vía crucis místico y trágicamente vocacional por el que todo escritor ha de transitar hasta la consecución del capital simbólico (y económico) codiciado. Piénsese en el testimonio de Personajefrustrado (pág. 43): «Lamentablemente, a mí aún no me aprueban libros en las editoriales. Llevo récord de rechazo con mis amigos. Tengo treinta y cinco años y estoy con dos novelas bajo el brazo».

Siendo más concretos, Diario de las especies entronca con la polémica idea de las ligas literarias, la carrera del escritor como mito de Sísifo, la insatisfacción perpetua, la apreciación de que décadas de escritura no producen ningún rédito, la apreciación de no poder abandonar la segunda división o la liga regional, etcétera. Y de ahí que los lectores del blog muestren interés por milagros como el de Roberto Bolaño, cuya historia es por todos conocida, Raúl Zurita, quien «publica en editoriales de bajo tiraje, apoya a poetas jóvenes», o Hemingway, «quien en París era una fiesta narra la ayuda que le prestó Gertrude Stein para insertarse en la bohemia parisina de esos tiempos»; en definitiva, espejos curvos en los que reconocerse. El libro de Apablaza nace con determinación realista: la red, al alcance de todos, como foco inexcusable de debates en torno a la narrativa, y al mismo tiempo desmiente la literatura como tabula rasa; la equipara a cualquier maquinaria cruel de nuestro tiempo y exhibe al anónimo como el límite del drama: aquél con riesgo de pegarse fuego a lo bonzo en la gasolinera de la General Motors.

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