La Voz de Galicia
Culturas
Héctor J. Porto
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Héctor J. Porto

BARATARIA PUBLICA DOS OBRAS DE EUGENE lZZl Y DESCUBRE AL LECTOR ESPAÑOL A TODO UN C LÁSICO DE LA NOVELA NEGRA ESTADOUNIDENSE. EL caso de Eugene Izzi (Chicago, 1953-1966) recuerda un poco al de Edward Bunker, feliz y recientemente descubierto para el lector español por el sello Sajalín. Se trata de un modelo de escritor de novela negra cuya juventud frecuentó el submundo de la delincuencia y los vicios compulsivos, poseedor del auténtico lenguaje de la calle -de la que extrae otros muchos valores-, que apuró sus dias con fruición y conoció muy bien los bajos fondos, los ambientes de la droga, los garitos, las bandas organizadas, las patrullas policiales, el calabozo y, en general, la exigente vida del barrio humilde. Con ese bagaje hay mucho camino andado a la hora de escribir novela negra y no existe necesidad de quemar la vista repasando las hemerotecas ni de hacer trabajo de investigación en las comisarias. Izzi y Bunker saben a que juegan. Uno en Chicago; el otro, en Los Los Ángeles. Lo suyo es más la línea clásica estadounidense más contundente del hardbolied -con David Goodis, Raymond Chandler y Jim Thompson a la cabeza- que, pongamos por caso, Donald E. Westlake, con su impecable y pulcro estilo. Los personajes de Izzi están extraidos de la calle y su credibilidad los avala de forma rotunda. Son gente corriente. Perdedores, rateros, matones, maderos, hampones, atracadores traficantes, expertos en cajas fuertes, mujeres aspirantes a fatales... Izzi desata una trama trepidante, que lo envuelve todo como un torbellino, en donde delincuentes y policías pueden llegar incluso a confundirse. Hay pocos agentes verdaderamente honrados en Chicago, y algunos delincuentes de fiar, y cruzan sus caminos en una acción que arrastra al lector por su sentido gráfico, su contundencia, sus diáiogos cortados a machete y el ruido de las pistolas humeantes. Algo que hace adictivos a sus personajes es el sentido de la amistad, que uno imagina perfectamente grabado en ese bello pero duro rostro cuadrado de la fotografla más difundida del autor -y que utiliza Barataria en sus solapas-, y que es fácil asociar al de un estibador de los muelles de Chicago. Una amistad que nació en la calle, en los difíciles días de las actividades ilícitas, de las familias inmigrantes y que une indefectiblemente a buenos y no tan buenos, los acerca en una comprensión tácita de sus mundos paralelos, limitrofes. Como el ladrón y ex policía Fabrizzio Falleti y el inspector Jimmy Capone.
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