22 noviembre 2010

Casos de amor - Pietro Aretino





“Caso XXVII
Sor Marta de lujuria se moría
y queriendo sus carnes lacerar [...]

Resolución XXVII
[...] luego, si para matar el veneno,
que atascaba sus oraciones
rompióse culo y coño la sor Marta,
sacrílega no era, sino santa”.

Página 99.

Pietro Aretino fue un poeta nacido en el señalado año de 1492. Reconquista de Granada, descubrimiento de América, unificación de estados en embrión como el español o el francés… ¿Y en Italia? ¿Qué sucedía en Italia? Subía al trono pontificio Rodrigo Borgia, es decir, Alejandro VI el segundo papa de origen valenciano. Menciono a los Borgia porque podrá generar en el pensar colectivo un escenario adecuado en el que encuadrar estos poemas, por más que se dieran cuando los valencianos, o catalani como los llamaban en la península itálica, ya hubieran pasado, en su mayoría, a mayor gloria. La corte papal era mucho más liberal y “disoluta” vista con criterios morales contemporáneos que muchas de las sociedades que nos rodean, y León X, llevando la tiara, fue un símbolo de una época de refinamientos y placeres donde estos poemas pornográficos tendrían probablemente más cabida que en la mayoría de las casas de la Italia de hoy.

Los poemas que se contienen en este volumen, fantásticamente editado de forma bilingüe (que es la manera mejor de traducir poesía y no traicionarla desde mi punto de vista), y acompañado de dibujos algo más que insinuantes, son casos en los que se somete “a juicio” si las actitudes sexuales de hombres y mujeres son condenables a tenor del Derecho Romano, el Derecho Canónico… De hecho, como jurista ha sido muy grato poder leer el nombre de Ulpiano (gran nombre dentro del mundo del mencionado Derecho Romano), en un contexto tan humanizado, tan alejado del concepto mismo de la fría legislación que, en su intento por asegurar el orden, parece ignorar tantas veces la naturaleza humana. Ver por ejemplo la Resolución XXII que menciona a Ulpian y la ley inter artífices de solutione pero también la de industria personae así como la de pollicitatione.

Pero, a pesar de lo que pudiera hacer pensar su título, la obra no contiene románticas declaraciones ni historias de Romeos y Julietas del Renacimiento. Muy al contrario nos expone a frailes y monjas, a infieles y embarazadas dejándose llevar por la pasión o la lujuria, con gran deleite y goce. Los versos, digámoslo ya, son pornográficos, en toda la extensión de la palabra, y por ello nos noquean con la realidad de un mundo que a pesar de sus cambios sigue “pecando” por los mismos motivos; con la imagen de un hombre que, a pesar de los avances y distancias que median entre aquel siglo y el nuestro, comparte una naturaleza tendente al placer y a la perpetuación de la especie de forma indisoluble e inconsciente. Pero aquí el poeta encuentra que no sólo es nuestra propia constitución la que aprueba, con el placer, los actos del hombre, sino también las propias leyes humanas. Es capaz de encontrar, interpretando de una forma muy sui generis, o muy heterodoxa, o incluso “torticeramente”, justificación a los comportamientos que por lo general se denominarían en la época gula, lujuria, adulterio, sodomía. He aquí la grandeza de sus rimas.

Se discute si fue Aretino su autor, puesto que el escritor demuestra un gran conocimiento de leyes que según historiadores y biógrafos le fue ajeno a Pietro, pero está claro, continúan, que si no de él, los casos provienen de su entorno y están imbuidos de su filosofía, de su forma de escribir libre y sin las ataduras de contenido “correcto” de las que se reía. Lo que hoy se llamaría un transgresor o un provocador o un escritor políticamente muy incorrecto. Afortunadamente estas denominaciones le quedan tan lejanas como impropias. Él mismo afirmaba: “Soy libre por la gracia de Dios, no un esclavo de los pedantes… ¿Qué más podría desear si con mi pluma y unas cuartillas me burlo del universo?”. La lección, desde luego, es infinita. Y si bien es cierto que su contenido ofenderá a muy pocos, enmarcado en su época, en pleno apogeo de la lectura del Decameron, y en una Italia fragmentada políticamente, a expensas de las fuerzas extranjeras, con una atmósfera insalubre, una gran mortandad y un hambre generalizada, habrá que tener en cuenta que el Carpe diem tenía más sentido que nunca.

Como última prueba de su libérrima voluntad y de su ecuanimidad para todos diremos que en su saco de pecados (no punibles para él) entran por igual cornudos y adúlteras, hombres y mujeres, seglares y religiosos, dados a las prácticas heterosexuales o bien a las homoeróticas, y como prueba un botón en la parte final del volumen titulada “Otros casos de amor en cuartetos acoplados”:

Caso XV

En la canícula de julio fray Alberto,
para esquivar el ocio y otros vicios
meneaba cipotes de novicios.
¿Fue profana obra, o fue de acierto?

Animo a quienes quieran saber la solución de este caso, ir a las librerías, o incluso a las bibliotecas. No es común que los editoriales se dediquen a estos clásicos olvidados y traer un fragmento así del Renacimiento más “ignorado” a nuestras vidas dinamitará, cuando menos, nuestro aburrimiento.

No apto para pusilánimes o apocados.

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