
En su primera novela, ‘Una mujer de nada’ (Barataria), Leonor Paqué cuenta, de manera hermosa y descarnada, la historia de aquellas mujeres que, durante la Guerra Civil, tuvieron que hacer su propia guerra: sacar a los hijos adelante, llenar el puchero con lo que fuera, encalar las paredes para adecentar la casa, esperar el regreso del marido…
¿Hay, hoy en día, ‘mujeres de nada’, mujeres de ocupación tan variada y vital que pasa inadvertida?
No existen las mujeres de nada hoy. ¿Quién las conoce? El otro día, en la portada de ‘El País’, aparecía una mujer dominicana durmiendo en la calle, sin manta, sin ropa… esa es una mujer de nada. No importan a nadie.
A usted sí. Titulan su novela…
Me interesan todas. Todas las mujeres de nada.
¿Cuál es la naturaleza de estas mujeres que resistían todo, aguantaban todo, que podían con todo?
¿Su naturaleza? No te gustará la respuesta: resignación. Se resignaban. Les faltaba rebeldía, no se creían capaces de mucho más. Cuando te tienes que ocupar de comer o dar de comer a tus hijos, tal vez no hay rebeldía que quepa.
¿No es rebeldía sacar a adelante una familia?
No porque ¿qué otra opción tenían? La única manera de rebeldía que aparece en la novela es que una de ellas, una de estas mujeres, elige al hombre que quiere, aunque se confunde y acaba haciendo lo mismo que las demás, claudicar.
Un punto de resignación ¿es necesario?
No, lo hacemos por presión social. Y por nuestros hijos.
¿Y no por nuestra pareja?
No, más bien por una forma de amor mal entendido; nos han enseñado que amar es cuidar a todo el mundo, cumplir los deseos de todo el mundo. Y seguimos con ese cliché: llevamos un sueldo a casa pero seguimos planchando las camisas y pendientes de que el niño necesita botas, y de que tiene una excursión con su clase. El cuento del príncipe azul también nos ha hecho daño. Pensando en el príncipe azul hay mujeres que lo ponen todo en juego por un solo hombre, para siempre. Y nos lo seguimos creyendo.
¿Y si sale bien?
¿Qué es que salga bien?
Que dure para siempre…
¿Qué es que dure para siempre? ¿La pasión dura cincuenta años? ¿La confianza dura para siempre?
¿No puede suceder?
¿Que una sola persona, una única persona, llene tu vida para siempre..?
No me sea escéptica, sólo son las diez de la mañana…
No lo soy, de verdad, no me considero escéptica, pero creo que eso es mentira, la forma de amar y de convivir es una gran mentira y seguimos haciendo como si fuera verdad el cuento de los príncipes azules.
¿Por qué, por qué la mujer reconoce al santo varón, en este caso Bartolomé, pero prefiere al tarambana, al que sabe de antemano que la hará sufrir?
Porque seduce lo que uno no es, a lo que uno no se atreve. Imagínate lo atractivo que resultaría un tarambana en una sociedad tan cerrada, alguien que se divierte, que juega, que se ríe…a través del amor se tiene otra personalidad, de alguna manera, la de quien amamos. ¿Quién seduce más, el funcionario que trae un sueldo, aspira a comprarse un piso y planifica su vida a largo plazo o el hombre que se pone el mundo por montera y que exprime la vida? A pesar de eso, gustándonos los tarambanas pensamos que el matrimonio los hará cambiar. Y además no somos capaces de aceptar que puede haber más de un hombre en nuestras vidas. Para la mujer ése es un discurso prohibido. ¿Te imaginas a una mujer que dijera que quieres tener dos hijos de padres distintos? Aunque se hace, porque el discurso teórico es uno y la práctica otra distinta.
Woody Allen decía en una de sus películas que los hombres dan amor a cambio de sexo, y las mujeres, sexo a cambio de amor…
Estoy tan de acuerdo que a mi hijo adolescente, además de darle preservativos, siempre le aconsejo que no le diga a una mujer que la quiere para acostarse con ella. Y a sus amigas, que no den su cuerpo a un hombre solo para que les quiera. De esta reflexión se deduce otro tópico: que las mujeres solo podemos mantener sexo con amor. No estoy de acuerdo; además, hay muchas maneras de amor. Una noche de pasión es o puede ser una noche de amor intensa, inolvidable.
¿Cuál es el principal cambio que ha experimentado la mujer en las últimas décadas?
Hemos comprendido, ¡por fin!, que sólo a través de la independencia económica podemos disfrutar de una auténtica emancipación. Nuestro trabajo nos permite ser independientes. Pero todavía necesitamos que nos quieran, tenemos una necesidad absoluta de amor, de aceptación, de aprobación, tenemos que ser buenas amigas, buenas compañeras, buenas madres… Valemos tanto más cuanto más nos quieren, y superar eso es muy difícil. Por no hablar de que seguimos aceptando que nuestro valor como persona es el reflejado en ellos. Si un hombre valioso te ama, es que eres una gran mujer.
¿El hombre no tiene necesidad de ser amado?
Más bien de ser deseado, admirado, aunque la admiración es la base del amor. Y no tanto entre ellas sino entre sus pares, entre otros varones.
Dice la protagonista, hablando de los frutos de la tierra: “Desgajado el suelo con la delicadeza de quien abre una naranja”. ¿Recuperaremos esa relación telúrica con el campo, con la naturaleza?
¿La hemos perdido del todo? Cuando hablas con gente de ciudad, están deseando ir al campo, tocar un árbol, sentarse delante de la lumbre, coger piñas… El hombre urbano tiene nostalgia, porque sabe que aquello le daba placer. Lo que me sorprende, y no sabemos qué efecto tendrá, pero tendrá alguno, es que haya niños que no hayan visto animales de verdad, gallinas, vacas… que sólo los conozcan por cuentos o por la televisión.
¿Qué sucede en la mente de quien antecede el fervor de una guerra a su prometida?
La promesa ficticia de convertirse en héroes. Creen que tienen una misión. Y saben que la mujer les esperará. El hombre tiene misiones, nosotras, tareas. Para ellos, el amor no es tan grande como para hacerle que se quede. Sin embargo, para nosotras el amor sí justifica toda una vida.
¿Los hombres de hoy van a la guerra?
La guerra de los hombres de hoy son los trabajos; salen por la mañana y no vuelven hasta las diez de la noche. En esa guerra, en su trabajo, no cabe la nevera, ni los hijos, ni el psicólogo. Tienen que ser brillantes en su trabajo, los mejores. Mientras, nosotras trabajamos y pensamos en que hay que comprar papel higiénico…
“Ella comprobaba que a su alrededor ocurrían demasiadas cosas que no entendía o de las que no se enteraba”. Si la guerra es parte del contexto en el que transcurre la historia y los personajes no terminan de entenderla, hoy en día, ¿qué no se entiende?
La miseria. Vivimos como si no pasase nada. Eso es incomprensible… el agua que derrochamos cuando nos duchamos… lo peor es que no hacemos nada.
Cuando encuentran el cuerpo casi sin vida de la muchacha embarazada, “la despensa de la cueva se fue llenando de los alimentos que cada vecino iba trayendo”. La solidaridad, ¿es más propia de quien menos tiene?
Es cuestión de empatía. Si sabes lo que se siente cuando no tienes nada, cuando ves a otro en esa situación tratas de paliarla. La auténtica solidaridad es que te quites de un huevo para dárselo al que pasa hambre. Si unos cuantos dan unos milloncejos para causas sociales, habría que cuestionarse cómo han conseguido amasar su fortuna, porque suele venir de la lástima y la miseria y de gente de la que te has aprovechado.
Por momentos, el silencio se convierte en un personaje más, que rige a los otros personajes, a los de carne y hueso…
Vivimos en enormes silencios. Pero silencios vacíos: de esto no se habla, esto no se dice… pero hemos perdido el silencio auténtico. El silencio parece sinónimo de soledad, ésta sinónimo de tristeza, ésta sinónimo de carencia. Una lástima, porque si no nos callamos no podemos escucharnos a nosotros mismos.
“El hilo conductor de su vida, cada nueva desgracia venía a engrosar la desolación de la que se alimentaba y entre la que parecía encontrarse muy a gusto”. ¿La perversa adicción que crea la desgracia, también la provoca la felicidad?
No, no podemos ser felices aquí, es mentira. Lo valioso es que estés penando y dando, como si dar fuera penar. Eso es lo que nos han enseñado. Yo no le veo el valor a la tristeza y la melancolía Hay que reivindicar la alegría de vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario