02 octubre 2008

Creador y escritor; editor y edición; librero y librería; lector y comprador…

Temas de los que se habla (hablamos) mucho en el sector del libro. A este respecto, resultan reveladoras (y duras) las declaraciones de Benoît Yvert y Éric Vigne en Le Magazine Littéraire, núm. 478:

E. V.: La edición está irremediable bajo la influencia de la comunicación y sus valores, que le son históricamente extraños. La influencia es directa en el caso de grupos de comunicación que poseen docenas de editoriales, e indirecta a través de medios audiovisuales como la televisión. La ideología de la comunicación se basa en que el único tiempo que cuenta es el presente. Un tiempo absoluto, sin pasado, sin futuro, sin alternativa en condicional. A contrapelo de este tiempo único, inicuo además en su tiranía, la edición se ha construido en el juego de las temporalidades, basculando entre las obras de venta rápida que, dentro del mismo catálogo, permiten financiar los stocks de obras de venta más lenta, pero que por su calidad, por la novedad de las voces o por las importancia de las propuestas se convertirán en los clásicos de mañana. [...] La perecuación (compensación) se realizaría dentro del sector, reservando las obras exigentes, de venta más lenta, para los guetos de los pequeños editores subvencionados por el Estado y las instituciones regionales. La fabricación homogeneizada y esterilizada de best-sellers quedará reservada a los grupos que puedan asegurar a sus autores publicidad televisiva, artículos en sus periódicos, emisiones en sus radios, firmas en sus librerías [...].

B. Y.: [..] El peligro más real es que el aumento de la producción no va acompañado de un aumento de puntos de venta, lo que conspira para dar menos tiempo a los libreros para la lectura, especialmente de las obras de referencia, a menudo de venta lenta, y que requieren tiempo para darlos a conocer a los clientes que no tienden naturalmente hacia ellos. Hay que recordar que este tiempo de lectura no está remunerado. Paralelamente, los medios de comunicación especializados dan cada vez menos espacio a las obras de enjundia: la dedicación que requieren es mucho mayor que la de los fast books. Esto puede conducir a una crisis de vocación. ¿Quién va a pasar de cinco a diez años de su vida para lograr una tirada de 1.000 ejemplares (nunca más de 4.000), para encima no ser leído ni defendido por los libreros, ni por la crítica, y por tanto tampoco vendido?

É. V.: […] No hay, creo yo, demasiados libros; lo que sí hay son demasiados libros parecidos, ninguna diversidad intelectual y material. En la profesión se cree que los criterios de gestión que se aplican a los best-sellers son el alfa y el omega de su futuro. […] Los profesionales deberían batallar por la diversidad de la oferta en vez de esperar un hipotético milagro basado en viejas recetas.

B. Y.: Es la fidelidad a los fundamentales lo que ha permitido pasar de la sociedad del conocimiento elitista a la sociedad democrática del conocimiento. Pero a partir del momento en que se ha entrado en la lógica de la premura del tiempo y en el alejamiento de los fundamentales, sectores enteros han entrado en crisis. El futuro está en la reconquista de ese conocimiento.

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