03 octubre 2008

El color del humo

Recomendamos leer el artículo de Marc Bassets, corresponsal en Nueva York de La Vanguardia, titulado «La ciudad angustiada». ¿Algo que ver con libros, editoriales, autores? Mucho que ver con libros, editoriales y autores, tanto como tiene que ver con empresas automovilísticas y coches; compañías mineras y minas, o bancos, dinero y realidades. Las imágenes del (ya) pasado glorioso de Wall Street son escalofriantes: cientos de personas en trajes unisex gris perla trotando cada día por el edificio art déco gris plomo. Nada más atravesar los portones, los clones machos y hembras se despelotan, se retuercen por el parqué, sudan, golpean teclas y miran con angustia las pantallas donde aparecen los números de la compra y venta del humo. Pero el humo tiene la mala costumbre de esfumarse en el aire, aunque puede dejar, eso sí, un hedor asqueroso y un ambiente muy cargado. Parece que ha bastado la petición de algún desgraciado (pero oiga, ¿dónde está mi humo?) para que los de gris hayan sufrido un colapso nervioso. Véase, si no, las consecuencias: «[…] cuatro personas, entre otras el empleado de AIG, escuchan a Mary Ragan, una psicoterapeuta que ha venido a hablarles del estrés en situaciones críticas. El lunes 15 de septiembre, cuando el derrumbe del banco Lehman Brothers paralizó los mercados financieros, Ragan decidió organizar sesiones gratuitas como esta, en colaboración con la iglesia de la Trinidad, que delimita Wall Street por la parte occidental».
Somos muchos los que pensamos que la señora Ragan debería haber ofrecido sus servicios psicológicos antes de que el humo iniciara su peligrosa devaluación, y tampoco habría venido mal que la iglesia de la Trinidad contratara a un equipo de exorcistas profesionales para convencer a los alienados de que los colores de las cosas tangibles son mucho más elegantes que el gris perla, o plomo, o marengo, o cualquiera de las muchas tonalidades del humo.
Y llegamos al asunto de los libros. Los señores Yvert y Vigne nos aseguran que no se editan más libros de la cuenta sino demasiados libros con contenidos casi idénticos, demasiados libros que no cuentan nada, que no enseñan nada, que no nos descubren nada que no hayamos visto, leído u oído ya una y mil veces. Y resulta que por esos libros se pagan anticipos millonarios, se compran toneladas de papel, se inundan las librerías y finalmente, se queman. Un final muy natural cuando lo que se compra y se vende no es más que humo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No tengo formación financiera, es decir, soy una ignorante en lo que al mundo de la economía se refiere. Sin embargo, aun con esta ignorancia demostrable, hace tiempo que veía esas señales de humo girando a nuestro alrededor agitadas por esos hombrecillos de gris o de negro, que siempre me parecieron ridículos, y me preguntaba a mí misma cuándo demostrarían su inconsistencia física. Bien, ya lo han hecho. Ahora nos toca esperar a ver, si es posible, quién demonios está detrás de todos estos juegos malabares. Y si no han sido provocados con toda intención para beneficio de unos pocos.
Y lo mismo sucede con los libros, como bien apuntan Yvert y Vigne: "demasiados libros que no cuentan nada, que no enseñan nada, que no nos descubren nada que no hayamos visto, leído u oído ya una y mil veces.... humo", para unos lectores que desgraciadamente van perdiendo la capacidad de una lectura crítica, cuando no la propia capacidad, sin que nadie se desgarre las vestiduras ni haga repicar las campanas de peligro. Porque ya sabemos que aquello que no puede decirse con palabras, no existe.
O tempora, o mores.

Saludos