14 septiembre 2009

Un paseante en Nueva York de Alfred Kazin

Un paseante en Nueva York. ¿Qué sería de nosotros sin las pequeñas editoriales? Barataria, editorial sevillana de nombre quijotesco, pone a nuestra disposición este libro delicioso, nostálgico, sentimental y entrañable. Alfred Kazin, que llegaría a ser uno de los más respetados y reputados críticos literarios estadounidenses, nacido en Brooklyn de padres judíos emigrantes de origen muy humilde, escribió «Un paseante en Nueva York» en 1951, relatando sus recuerdos de adolescencia, cuando estaba dejando atrás al niño que era y se estaba configurando el hombre que llegaría a ser.
Con una prosa concisa y sin embargo de gran potencia sugerente, Kazin construye un mapa de su memoria que se superpone con el escenario físico de sus recuerdos y sensaciones más esenciales y originarias. Son los años posteriores a la Gran Depresión, el socialismo está muy presente en la vida del joven Alfred -«yo me eduqué con la creencia de que la condición natural de los judíos era pertenecer a la clase obrera»- rodeado en Brownsville de trabajadores y familias empobrecidas por la crisis, emigrantes desesperados, víctimas del cataclismo del 29, luchadores cotidianos por una difícil supervivencia, que convivían casi resignados con la penuria, el hambre y la desesperación.
De las cuatro partes en que se divide el libro, me ha gustado especialmente la que lleva por título «La cocina», un hermoso homenaje a su madre, costurera en su propia casa, que fue quien realmente sacó a la familia adelante en aquellos meses terribles de crisis y desempleo: «fue mi madre quien, golpeando el pedal a veces silenciosamente, otras con fuerza, o con gravedad durante la guerra, me hizo percibir por primera vez el ritmo de la vida».
Los judíos de Brownsville medían su éxito en función del tiempo que tardaban en escapar de aquel barrio miserable, que luego sería ocupado por los negros. No debemos olvidar que en aquellos años era el yiddish la segunda lengua de Nueva York, aunque en su infatigable lucha por alcanzar a los gentiles el dominio del inglés y su uso cotidiano -incluso en casa- era una asignatura obligada autoimpuesta por esta tenaz comunidad. Kazin lo consiguió, y llegaría a la universidad: la igualdad de oportunidades de nuevo daba muestras de ser cierta. Y en este libro detallista y minucioso se relata aquél paso decisivo hacia la madurez, y el peso definitivo en nuestras vidas de nuestras familias, nuestro barrio, nuestras lecturas y nuestras primeras amistades influyentes.

Enrique Benítez
La Opinión de Málaga
Suplemento de libros
12.09.2009

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