De Bukowski a Hamlet
Arremeten contra ti, que alcanzas el fin de mes y cenas fuera algún sábado por la noche: siéntete lejos de tu sitio. Otra reacción no cabe ante la bibliografía de Carlos Herrero (Madrid, 1975): la novela Prosperidad y los relatos de Cuentos rotos, ambos en Barataria. «A mí me educó Bukowski. Bukowski escribía: lee a John Fante, y yo leía a John Fante. Lee a Celine, lee a Hamsun, lee a James Thurber. Yo los leía. Luego descubrí a Harold Bloom, que explica muy bien las cosas. Hoy, gracias a Harold Bloom, pienso: "Hamlet no quiere a nadie porque no se fía de sus sentimientos. Y si ese personaje, el más inteligente que han escrito, no se fía de sus sentimientos es que algo ha visto. Así que mira a ver tú, qué entiendes ahí, en los sentimientos". No sé si este pensamiento merece la pena y me ayudará a escribir o vivir mejor. Harold Bloom te vende que la literatura merece la pena: hoy es mi principal influencia».
Prosperidad crece desde el esperpento, mientras en Cuentos rotos la ironía y el humor negro se despiden de Valle-Inclán. Más realista, aún más crudo... «Prosperidad lo escribí entre mis veinticinco y veintiocho años; Cuentos rotos, con treinta y dos». ¿Cuál es la voz de Carlos Herrero? «Lo mío no es esperpento, sino realismo. Lo llaman esperpento o picaresca los que no quieren que sea realismo, los acomodados». Y desgrana posibilidades: «En Prosperidad sí hay más esperpento que en Cuentos rotos», «me abruma el dolor que me hizo ver la realidad así, pero en parte la realidad era así», «pero elegí los peores aspectos de ella: elegí lo que vivía», «escribir es resaltar», «fui deliberadamente estridente, pero es así: uno piensa cosas, se da razones y realidades». En Prosperidad, una historia de amor sui géneris, se busca una salida que no existe: «Su primer título fue Autoayuda». En ella, Herrero supone dirigirse a lectores jóvenes, aunque Cuentos rotos «parece orientada para la gente en general. No lo había pensado antes. Escribiendo trato de sacarme fuera dolor y hacerme comprender, explicar lo que yo entiendo. No sé si lo logro. Si lo que escribo ayuda a alguien, pues fenomenal. Si enseña algo, fenomenal». Y asegura desconocer «la reacción de los lectores». La intuimos: por favor, siéntanse incómodos.
Elena MedelArremeten contra ti, que alcanzas el fin de mes y cenas fuera algún sábado por la noche: siéntete lejos de tu sitio. Otra reacción no cabe ante la bibliografía de Carlos Herrero (Madrid, 1975): la novela Prosperidad y los relatos de Cuentos rotos, ambos en Barataria. «A mí me educó Bukowski. Bukowski escribía: lee a John Fante, y yo leía a John Fante. Lee a Celine, lee a Hamsun, lee a James Thurber. Yo los leía. Luego descubrí a Harold Bloom, que explica muy bien las cosas. Hoy, gracias a Harold Bloom, pienso: "Hamlet no quiere a nadie porque no se fía de sus sentimientos. Y si ese personaje, el más inteligente que han escrito, no se fía de sus sentimientos es que algo ha visto. Así que mira a ver tú, qué entiendes ahí, en los sentimientos". No sé si este pensamiento merece la pena y me ayudará a escribir o vivir mejor. Harold Bloom te vende que la literatura merece la pena: hoy es mi principal influencia».
Prosperidad crece desde el esperpento, mientras en Cuentos rotos la ironía y el humor negro se despiden de Valle-Inclán. Más realista, aún más crudo... «Prosperidad lo escribí entre mis veinticinco y veintiocho años; Cuentos rotos, con treinta y dos». ¿Cuál es la voz de Carlos Herrero? «Lo mío no es esperpento, sino realismo. Lo llaman esperpento o picaresca los que no quieren que sea realismo, los acomodados». Y desgrana posibilidades: «En Prosperidad sí hay más esperpento que en Cuentos rotos», «me abruma el dolor que me hizo ver la realidad así, pero en parte la realidad era así», «pero elegí los peores aspectos de ella: elegí lo que vivía», «escribir es resaltar», «fui deliberadamente estridente, pero es así: uno piensa cosas, se da razones y realidades». En Prosperidad, una historia de amor sui géneris, se busca una salida que no existe: «Su primer título fue Autoayuda». En ella, Herrero supone dirigirse a lectores jóvenes, aunque Cuentos rotos «parece orientada para la gente en general. No lo había pensado antes. Escribiendo trato de sacarme fuera dolor y hacerme comprender, explicar lo que yo entiendo. No sé si lo logro. Si lo que escribo ayuda a alguien, pues fenomenal. Si enseña algo, fenomenal». Y asegura desconocer «la reacción de los lectores». La intuimos: por favor, siéntanse incómodos.
Calle 20
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