
A veces pienso que las casualidades no existen, que tiene que haber algo más para que se den las coincidencias. Tan sólo un ejemplo para reafirmar lo que digo: existen en el mundo lugares mágicos, localizaciones que atraen por igual a novelistas y poetas a lo largo de los siglos. No, no creo que sea casual, pero, ¿qué tendrán estas localizaciones para que resulten tan magnéticos, tan evocadores, tan profundamente inspiradoras? Tal vez lo averigüemos tras la lectura de El golfo de los poetas, la última novela de Fernando Clemot.
El protagonista y narrador de esta historia no es otro que Leo Carver, ese escritor en decadencia que ya sólo escribe best-sellers para mitómanos, el hombre infiel por naturaleza, el que todo tiene que apuntarlo en sus libretas pues ya apenas consigue recordar nada de lo que ha hecho o dejado de hacer recientemente. Se trata éste de un narrador engañoso, demasiado subjetivo, tremendamente influenciado por el alcohol, la autocompasión, los recuerdos que le atormentan desde hace tiempo, la falta de memoria y el egocentrismo. Es un guía atormentado, una sombra de lo que un día fue o él cree que fue, que no deja de darle vueltas a los mismos asuntos, con una intensidad sobrecogedora. A veces parece dirigirse a sí mismo en su discurso, otras veces se dirige a las mujeres a las que ha amado, o más bien, con las que ha compartido lecho, como si de verdad alguna vez le hubieran importado las relaciones que con ella mantuvo.
Leo Carver, como decíamos anteriormente, no está sólo en esta idílica localización. Le acompañan, por citar tan sólo algunos de los personajes secundarios, su compañera, Rocío, esa mujer con la que apenas comparte el lecho; Selma, la preciosa hija adolescente de Carver y Mery, ese ser incómodo que no dice ni una palabra en todo el libro, la amiga que se antepone entre Rocío y Carver.
Nunca he estado en el Golfo de los Poetas, tal vez debería ir un día allí. O tal vez no, porque puede que el sitio real no me agrade tanto como el que he conocido en esta novela. Lo que sí puedo decir es que merece la pena adentrarse en El Golfo de los Poetas de Fernando Clemot. ¿Te lo vas a perder?
Cristina Monteoliva
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