Francisco Estévez
LA INFAMIA REALISTA EN MANZONI
«Allegramente, di bene in meglio, cosi va la storia.»
(Manzoni, postilla al historiógrado L.A. Muratori)
La reciente edición española de Historia de la columna infame, de Alessandro Manzoni, recoge con acierto el ensayo introductorio o «nota preliminar», como se traduce curiosamente al español, con el que Leonardo Sciascia abrigó en Italia la edición moderna del texto, además del homenaje explícito que rindiera con la redacción de La strega e il capitano. Resulta transparente el interés del escritor siciliano por dicha obra, que entendía como el precedente italiano de la novela-interrogatorio, aquello que Truman Capote llamara nonfiction novel, pues con el tiempo se entregó a este subgénero con tanta pasión como habilidad ofreciendo certeras páginas desde su isla.
La técnica de poner en tela de juicio los datos conocidos de un hecho ya había sido experimentado por Manzoni con éxito en el ensayo histórico Discorso sopra alcuni punti della storia longobardica in Italia, de 1822 (aunque originalmente fuese apéndice de la tragedia Adelchi, donde además se aportan hipótesis interpretativas estríctamente teóricas). Y más tarde, en 1889, volvería a hincar su pluma en temas históricos con La rivoluzione francese del 1789.
Historia de la columna infame se ocupa del proceso milanés que tuvo lugar en 1630 contra Guglielmo Piazza y Giacamo Mora, condenados a morir entre horrendas torturas por haber untado las paredes con mortífera sustancia. Un «hecho tan inocente como insustancial fue, al parecer, lo que sugirió a la persona y a la fábula» y no nos resulta gratuito que Manzoni en aquellos años de violencia política centrara el argumento de una novela en el hecho fortuito que consiste en apoyar las manos y el papel en una pared para escribir. En la obra, tal proceder despierta la suspicacia de una mujerzuela («sería uno de esos que hacía unos días andaban untando los muros») y las quejas de otra («apartó la mano del papel y la frotó contra el muro de dicho jardín»). El narrador plantea lo más sencillo: «Probablemente fue para limpiarse los dedos manchados de tinta, ya que al parecer escribió de verdad», hipótesis no admitida por unos jueces ávidos de aplacar el malestar social que generaba la peste de 1630.
La columna erigida en memoria del infame hecho da título a la novela que se configura como suerte de investigación literaria acerca del triste uso del poder y la capacidad de corrupción que detenta éste sobre quien lo ejercita. En la gran aportación novelesca de Manzoni al siglo, Los novios, Renzo Tramaglino cree en la justicia lo cual merece comentarios amargos por parte del narrador, de postura contraria, la justicia abandona el mundo, aunque es posible siempre que se desee con anhelo muy pequeños actos de justicia particular e imperfecta, así como es un defecto de voluntad lo que impide a los jueces reconocer la inocencia de los acusados en esta novelita.
La columna infame bien pudiera haber sido elaborada bajo la impresión del proceso a los amigos del Concialiatore, famosa disputa entre clasicistas y románticos que se dio en la Italia de la época y que Manzoni vivió intensamente. La novela se concibe como un capítulo-apéndice, en primer momento inseparable del primitivo Fermo y Lucia, posteriormente Los novios, justo en la pacificación del cap. XXXVIII, tras el paréntesis del proceso milanés el lector se sumerge de nuevo en un denso drama moral y social. De hecho, el texto escrito hacia 1824 y no en 1842 como se afirma en la solapa de la traducción española, fue desgajado de su ubicación inicial para ser despolitizado y ampliado en la edición definitiva de la gran obra manzoniana de 1840, incluido ahora ya en calidad de apéndice. El estudio de variantes ha posibilitado a Franco Fortini una interpretación singular que plantea la construcción de un nuevo público y una dimensión más abierta del pensamiento manzoniano.
A diferencia de Torquato Tasso, quien piensa que la ficción literaria al ser una evasión de la realidad tiene como función añadir majestuosidad al poema heroico, Manzoni pretende hacernos entender mejor la Historia, suplir los silencios que contiene la historiografia. De ahi que en una lectura atenta se discierna la posibilidad de un uso recto del poder, al igual que ocurre en su cumbre literaria, Los novios. Aquí se pretende dilucidar el problema de la investigación histórica narrativamente, el cómo contar el pasado: «hay cosas que en una novela se tacharían de inverosímiles» arguye el narrador.
La publicación causó un desconcierto generalizado entre sus lectores, ávidos de una novela al uso tras la lectura en clave historiogáfica que se realizo de Los novios durante sus primeros años. Para la difusión transalpina tuvo que valerse de fuertes viáticos, como el aval que Goethe represento en Alemania a toda la obra de Manzoni, garantía segura de lectura fuera de Italia. En tierras españolas la suerte del escritor lombardo se extiende desde la notable influencia que tuvo en las novelas de Gil y Carrasco o la admiración que le profesaba Galdós hasta la familiaridad que le dispensaron los artífices de la Reinaxença catalana.
La recuperación de cualquier escrito manzoniano debiera ser siempre motivo de satisfacción, en mayor medida con esta Columna infame con la que nuestra república de las letras, azotada por esa tenaz moda literaria de revisionismo histórico, podrá detenerse para aprender cuestiones de técnica compositiva y fondo en la narración.
La técnica de poner en tela de juicio los datos conocidos de un hecho ya había sido experimentado por Manzoni con éxito en el ensayo histórico Discorso sopra alcuni punti della storia longobardica in Italia, de 1822 (aunque originalmente fuese apéndice de la tragedia Adelchi, donde además se aportan hipótesis interpretativas estríctamente teóricas). Y más tarde, en 1889, volvería a hincar su pluma en temas históricos con La rivoluzione francese del 1789.
Historia de la columna infame se ocupa del proceso milanés que tuvo lugar en 1630 contra Guglielmo Piazza y Giacamo Mora, condenados a morir entre horrendas torturas por haber untado las paredes con mortífera sustancia. Un «hecho tan inocente como insustancial fue, al parecer, lo que sugirió a la persona y a la fábula» y no nos resulta gratuito que Manzoni en aquellos años de violencia política centrara el argumento de una novela en el hecho fortuito que consiste en apoyar las manos y el papel en una pared para escribir. En la obra, tal proceder despierta la suspicacia de una mujerzuela («sería uno de esos que hacía unos días andaban untando los muros») y las quejas de otra («apartó la mano del papel y la frotó contra el muro de dicho jardín»). El narrador plantea lo más sencillo: «Probablemente fue para limpiarse los dedos manchados de tinta, ya que al parecer escribió de verdad», hipótesis no admitida por unos jueces ávidos de aplacar el malestar social que generaba la peste de 1630.
La columna erigida en memoria del infame hecho da título a la novela que se configura como suerte de investigación literaria acerca del triste uso del poder y la capacidad de corrupción que detenta éste sobre quien lo ejercita. En la gran aportación novelesca de Manzoni al siglo, Los novios, Renzo Tramaglino cree en la justicia lo cual merece comentarios amargos por parte del narrador, de postura contraria, la justicia abandona el mundo, aunque es posible siempre que se desee con anhelo muy pequeños actos de justicia particular e imperfecta, así como es un defecto de voluntad lo que impide a los jueces reconocer la inocencia de los acusados en esta novelita.
La columna infame bien pudiera haber sido elaborada bajo la impresión del proceso a los amigos del Concialiatore, famosa disputa entre clasicistas y románticos que se dio en la Italia de la época y que Manzoni vivió intensamente. La novela se concibe como un capítulo-apéndice, en primer momento inseparable del primitivo Fermo y Lucia, posteriormente Los novios, justo en la pacificación del cap. XXXVIII, tras el paréntesis del proceso milanés el lector se sumerge de nuevo en un denso drama moral y social. De hecho, el texto escrito hacia 1824 y no en 1842 como se afirma en la solapa de la traducción española, fue desgajado de su ubicación inicial para ser despolitizado y ampliado en la edición definitiva de la gran obra manzoniana de 1840, incluido ahora ya en calidad de apéndice. El estudio de variantes ha posibilitado a Franco Fortini una interpretación singular que plantea la construcción de un nuevo público y una dimensión más abierta del pensamiento manzoniano.
A diferencia de Torquato Tasso, quien piensa que la ficción literaria al ser una evasión de la realidad tiene como función añadir majestuosidad al poema heroico, Manzoni pretende hacernos entender mejor la Historia, suplir los silencios que contiene la historiografia. De ahi que en una lectura atenta se discierna la posibilidad de un uso recto del poder, al igual que ocurre en su cumbre literaria, Los novios. Aquí se pretende dilucidar el problema de la investigación histórica narrativamente, el cómo contar el pasado: «hay cosas que en una novela se tacharían de inverosímiles» arguye el narrador.
La publicación causó un desconcierto generalizado entre sus lectores, ávidos de una novela al uso tras la lectura en clave historiogáfica que se realizo de Los novios durante sus primeros años. Para la difusión transalpina tuvo que valerse de fuertes viáticos, como el aval que Goethe represento en Alemania a toda la obra de Manzoni, garantía segura de lectura fuera de Italia. En tierras españolas la suerte del escritor lombardo se extiende desde la notable influencia que tuvo en las novelas de Gil y Carrasco o la admiración que le profesaba Galdós hasta la familiaridad que le dispensaron los artífices de la Reinaxença catalana.
La recuperación de cualquier escrito manzoniano debiera ser siempre motivo de satisfacción, en mayor medida con esta Columna infame con la que nuestra república de las letras, azotada por esa tenaz moda literaria de revisionismo histórico, podrá detenerse para aprender cuestiones de técnica compositiva y fondo en la narración.
Revista Sibila
Enero 2010
Número 31
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