Culturas
La Vanguardia
Miércoles, 10 marzo 2010
Mauricio Bach
Con encomiable espíritu arqueológico, la editorial Barataria inicia una colección dedicada al rescate de textos de la vanguardia histórica latinoamericana y la inaugura con dos novelas breves de sendos excentricos - en lo personal y en lo literario-, poco conocidos en nuestro país.
Lo de llamar a estos libros novelas implica utilizar el término en su sentido más amplio, de obra en prosa en la que se relata -aunque sea de forma más o menos difusa- una historia. Pero en ambos casos se trata de unos artefactos literarios cuyo interés fundamental no reside en la construcción de una trama o de un personaje central, sino en la plasmación de un cúmulo de emociones, referentes metaliterarios y arabescos lingüísticos. Y en ambos casos se constata que la vanguardia histórica, que dio buenos resultados en pintura o en poesia - hay hitos memorables en latinoamérica, desde el Borges primerizo hasta el Neruda de Residencia en la tierra, pasando por Huidobro, Vallejo o las más juguetones Ol¡verio Girondo o Nicanor Parra- , obtiene unos resultados más discutibles cuando se aplica a artes esencialmente narrativas como la novela.
Un año, del chileno Juan Emar (1893-1964), al que Neruda calificó de "nuestro propio Kafka", consiste en trece breves capítulos situados cada uno de ellos el primer día de cada mes del año, y el final en el último día de diciembre. Con un hilo argumental mínimo, el planteamiento hace pensar en los muy posteriores experimentos del Oulipo, sobre todo del gran George Perec. Pero Emar, más visionario y arrebatado, carece del elemento lúdico y el rigor constructivo del autor de La vida, instrucciones de uso.
El peruano Martín Adán (1908-1985), figura legendaria de la bohemia que pasó su vida entre los cafés y los sanatorios mentales, fue sobre todo poeta y La casa de cartón es una novela primeriza que relata el despetar a la vida, el amor y el erotismo de un joven que vive y pasea por una aburrida ciudad balnearia. Impregnado de referencias literarias, mas allá de la trama argumental, su verdadero valor está en los hallazgos lingüísticos del autor, que retuerce y exprime el lenguaje en busca de poderosas imágenes de raigambre poética: "El mar es un alma que tuvimos, que no sabemos dónde está, que apenas recordamos nuestra"; "en la taza de café del firmamento, flotará indisoluble, ingrávido, el terrón de azúcar de la luna".
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