Hace unos días reseñábamos la obra de relatos breves de Juan Antonio Maesso : El varón desenfocado. En ella, con un humor tibio que lo teñía todo, incluido la muerte de algún personaje, se colaba la figura de un hombre que no acababa de encajar. Y a través de esa figura una tristeza macilenta que teñía el cielo de la Sevilla en que se desarrollan todas las acciones de la obra. Hoy hablamos con él para que nos revele su visión del hombre occidental, los secretos de su obra y, sobre todo, el manejo del humor y la tristeza que domina magistralmente, como si él las hubiera inventado.
Ellibrepensador: ¿Quién ha desenfocado al varón? ¿Quién está al otro lado de la cámara?
Juan Antonio Maesso :
El mismo hombre se ha desenfocado así mismo, con sus actitudes, su engolamiento, su prepotencia, su forma de ponerse ante el espejo de la historia, ante los demás, los otros, y ante la historia. Sólo es necesario hacer un ejercicio memorístico, y sin llegar hacia atrás del siglo XX en el tiempo: dos grandes guerras mundiales, la shoah, las purgas de Stalin, los genocidios japoneses, aquella llamada Revolución Cultural de Mao, todo ha sido un verdadero despropósito, un absurdo disparate, la fiebre generalizada y de ahí, tal vez, el producto actual.
El que estructura el guión, pone la cámara encima de sus hombros o atisba a través del objetivo es ese mismo hombre, aunque al parecer ese papel protagonista se haya quedado en stand by últimamente. Vamos a ver qué es lo que pasa. No las tengo yo todas conmigo de todas formas. Desgraciadamente la historia se ha encargado de repetirse ad infinitum.
El: Retratas a una serie de hombres que son abandonados por sus esposas, incomprendidos por la Administración, tenidos por huraños, engañados, controlados por sus madres… La visión es claramente negativa, no ahorras las críticas a ciertas actitudes generalizadas entre los hombres, pero también pareces querer solidarizarte con esas criaturas que parecen perdidas. ¿Hacia dónde va el sexo masculino en este mundo loco del occidente del siglo XXI?
JAM: Usted mismo lo ha definido “en este mundo loco”, pero el mundo lo hace alguien, ¿no? Sí, me solidarizo con los hombres que aparecen en los relatos, porque son personajes de ficción, y cualquier escritor que se precie de tal, dicho esto último con la mayor humildad, debe de querer a los personajes que crea, creérselos, amarlos en sus sentimientos, pues si no fuera de ese modo, el lector no podría captar el alma de los mismos. Aunque aquí, en estos diez relatos, siempre se juega con la distancia que nos proporciona el humor, la ironía, etc…
El: A veces, tal y como tratas a tus personajes, da la sensación de que te sintieras con ellos como un abuelo que consiente, que tiene hasta un punto de pena para sus nietos, por el mundo que les ha tocado vivir…
JAM: Creo que al final deberíamos todos ser algo condescendientes, mirar al otro con determinado sentimiento de empatía, ser tolerante (el tema de la viga y la paja…) y comprensivo, pero, insisto, no olvidemos que estamos hablando de ficción.
El: Tus relatos están relacionados entre sí por guiños que sobrepasan el común escenario de la ciudad de Sevilla o las referencias a determinados símbolos: hay personajes protagonistas que aparecen como figurantes en cuentos protagonizados por otros, por ejemplo. Esto da una sensación de fotografía en movimiento de un momento determinado de la realidad. ¿Qué has querido decir con ello en realidad?
JAM: Siempre digo que este libro de relatos pudiera ser leído como una novela deconstruida, a pesar de que ese término me pone muy nervioso, tiene un algo de falsa modernidad que me hace sonreír. Y en cuanto a que algunos de los personajes se inmiscuyan en otras historias, así es la vida, y además me ha parecido un juego literario la mar de divertido.
Por otro lado, en este libro, el lector debería de ser activo, ya que pretendo que el mismo se invente como le venga en gana la historia pasada y la por venir de los personajes y de la acción. Que juegue si quiere un poco, que participe si le parece bien, y si no que no lo haga. El lector debe de ser libre.
El: Podría decirse que tus cuentos hablan de historias tristes y, sin embargo, consigues despertar la sonrisa del lector con cierta frecuencia. ¿Cómo se consigue eso? ¿Cómo se concilia la vida con el buen humor?
JAM: Si no pudiéramos conciliar lo que nos rodea, lo que se nos viene encima cuando nos levantamos por la mañana, empezando por el simple hecho de levantarse, con una mirada irónica, por ejemplo, lo tendríamos jodido. Algunos líderes mundiales deberían hacer ese ejercicio, sería conveniente para todos. Creo que es bueno no tomarse a uno mismo demasiado en serio, ni a las cosas que hace, vencer esa ansia malsana de triunfo en cualquier aspecto de la existencia, ser más sosegado, en definitiva ser menos idiota, el mundo sería diferente, y los seres que lo habitamos también. Pero, efectivamente, esto último no deja de ser una simple apreciación de la realidad, también esto último puede ser una supina idiotez. No hay que darle tanta importancia a las palabras, aunque estaría por afirmar que si las palabras formaran parte de nuestra vida cotidiana, esto funcionaría mejor, digo yo, y esto último de igual forma puede ser una idiotez.
El: En tu obra hay una presencia muy importante de la película Desayuno con diamantes, basada en el cuento de Capote Breakfast at Tiffany’s. ¿por qué? ¿Qué claves tiene ese texto/imagen en tu obra?
JAM: El azar, eso es. El puñetero azar que nos pone a veces en situaciones comprometidas, aunque en este caso fue un encuentro feliz. Resulta que cuando estaba pergeñando el cuento, atisbando los personajes me senté frente al televisor (porque afirmo, como uno de mis personajes, creo que era Israel, uno de los protagonista del relato Moon River and Me, que ver según qué cosas en la tele es hasta terapéutico) y ¡zas!, allí estaba esa muchacha delgaducha y preciosa cantando esa bonita canción, sentada en el alféizar de su ventana, ayudándose con su guitarra. Pues nada, me pareció una escena conmovedora, y la puse en el cuento. Independientemente de que todo ser humano tiene sus mitos, ya sean éstos cinematográficos o literarios, o de cualquier tipo. Y si hay alguien por ahí que no los tiene le aconsejo que se ponga a buscarlos, a no ser que tenga a Dios como tal, entonces no tengo nada que decir. Y además nadie negará que es una película excelente, y que nos cuenta una historia de una ternura inigualable. Sólo hay que recordar la visita que le hace el marido, el veterinario tristón, ¿no es enternecedora? Y el personaje de ella, de Audrey, se adelanta a su tiempo, es más una chica del siglo XXI que de aquella época, pero, ¿quién duda a estas alturas del genio de Truman Capote? Ella, con la toma de sus decisiones irrevocables, con esa íntima seguridad en lo que quiere, a pesar de sus “días rojos”, pone al varón, o a los varones que con ella se relacionan en situaciones sin duda desenfocadas. Los convierte en varones desenfocados.
El: Permíteme una pregunta personal, ¿fuiste un adolescente enamorado de Audrey Hepburn? Quiero decir, ¿perteneciste a esa generación encantada por el hechizo personal de la actriz eternamente vestida de Chanel, por aquella cara con ángel?
JAM: No, sinceramente, aún no he llegado a enamorarme de lo inalcanzable. Sin embargo, sí debo confesar que me siento atraído por personajes cinematográficos o literarios en un sentido, digamos, platónico. Eso me es suficiente. Seguí arrobado la vida de Madame Bovary, de La Regenta, de Ana Karenina, de Marilyn en la Tentación vive arriba o en Con faldas y a lo loco, personajes conturbados o sencillamente encantadores, o de algunas de las protagonistas de los cuentos de Joyce Carol Oates, por poner otro ejemplo.
El: El último relato: Moon river and me, de sesenta páginas, casi una novela corta, muestra a dos hermanos gemelos hombre y mujer igualmente incomprendidos pero muy diferentes. Como si fueran las dos versiones de aquella Holly del cuento de Truman Capote (originalmente bisexual) encuentran su acomodo en la soledad… pero añoran los abrazos. ¿Por qué lo has titulado así?
JAM: Todo el mundo añora que le den un abrazo de vez en cuando, qué le vamos a hacer, así somos, como diría José Agustín Goytisolo, aunque él hablara de los poetas en aquella ocasión. No sé, me pareció divertido crear una Escuela de los abrazos cálidos. Si alguien la creara lo mismo tenía éxito.
El título es un hallazgo, ¿o no? Y lo he plagiado sin contemplaciones. Después de Homero, Borges, Capote, y muchos otros, a los demás, o al menos a mí, no me queda otra cosa que plagiar de vez en cuando, aunque suelo decirlo. Uno es así.
El: En este último cuento la protagonista femenina habla de un lugar en México que es como la famosa joyería para Audrey Hepburn en la película: el lugar al que va a encontrarse a sí misma. ¿Crees que todos tenemos ese rincón? ¿Tienes identificado el tuyo?
JAM: Sí, claro, es una playa de Cádiz, que no pienso desvelar, pues i lo hiciera llegarían las hordas a joderme el lugar, y no estoy dispuesto. Están mejor todos ellos en Benidorm o en Lloret de Mar que no es moco de pavo.
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