03 mayo 2010

José Luis Ortiz Nuevo: «No gastaría un euro para que la Unesco reconozca al flamenco»




El Correo de Andalucía
Alejandro Luque
Sevilla
03/05/2010


El flamencólogo y fundador de la Bienal de Sevilla acaba de reeditar su ensayo ‘Alegato contra la pureza’ (Barataria), en el que cuestiona muchos lugares comunes en torno al flamenco. El autor resume sus teorías y también se moja opinando sobre las políticas que rodean a lo jondo.

-¿Por qué un alegato contra la pureza?
-Es una historia antigua. En los años 90, en las conversaciones del gremio, yo ya planteaba que la pureza era un estorbo. El libro plantea que la pureza es un invento, algo que es contrario a cualquier manifestación en el mundo del arte. El arte es siempre producto de una mezcolanza, y no ha
y arte más mestizo que el flamenco. Lo andaluz, lo gitano, lo negro, las jarchas mozárabes... Todo eso conforma el flamenco.

-¿Quiénes son, entonces, los interesados en promover el mito de la pureza? -Los temerosos de descubrir algo nuevo, los pusilánimes, los que no tienen capacidad creadora. Mi Alegato tiene varios apéndices donde queda de manifiesto que ese miedo a perder la pureza no sólo es propio del flamenco, sino una constante del pensamiento humano. Lo llamativo es que en el flamenco se plantea incluso antes de ser codificado. El ‘esto ya no es lo que era' es antiquísimo.

-¿Por ejemplo?
-Reproduzco un poema publicado en un periódico cubano de 1846, donde se lamenta que las gaditanas se visten como inglesas y francesas, y el barrio de la Viña ya no huele como antes. Y ya Demófilo lamenta que Silverio se esté cargando el cante gitano, que según él no debió salir de las tabernas. En el año 22, Falla y Lorca buscan la pureza del cante en los cortijos. Durante el franquismo, el poder municipal emprende su propia cruzada. Y a finales del siglo XX, hay otros pronunciamientos en la misma direcció
n, uno en la Bienal del 96 y otra desde la Universidad...

-¿Se hubiera perdido algo sin estos desvelos?
-Ha sido una alarma estéril. El flamenco ha tenido su vida por la capacidad de sus artistas y el seguimiento de su público. La mirada que tenemos hoy nos permite contemplar un hecho artístico que no es atemporal, que nace en el tiempo y se codifica a mediados del XIX, e inicia un periodo creativo del cante como hecho diferencial, pero manteniendo su patrimonio.

-¿Qué importancia tiene la declaración de la Unesco como Patrimonio de la Humanidad?
-Es algo superfluo. Es una buena intención sin mucho fundamento y sin necesidad. El flamenco es una música excepcional, y hay que velar por que siga viva, pero no hay síntomas de que vaya a desaparecer. Yo estuve en la primera petición a la Unesco, pero ni entonces como asalariado ni ahora como testigo, pienso que haya que gastar un euro en eso. Es producto del complejo de inferioridad que aún tenemos, pero el flamenco tiene tal dimensión que no necesita medallas para vivir y desarrollarse.

-¿Qué falta, pues en el flamenco? ¿Formación, difusión...?
-Hoy la Administración tiene en sus manos la presentación del flamenco, como tiene también el teatro, la música sinfónica, las artes audiovisuales. Admitiendo esto, creo que deberíamos intentar otras fuentes, y llegar a un ajuste de costes que se consigue con más trabajo. En Andalucía hay una red de teatros magnífica, pero hubo unos años en que se pro
gramó mucho, pero descuidó el incentivar la actuación.

-¿Aceptaría sustituir a Perujo al frente de la Agencia?
-No. Tengo una opinión sobre ello, y espero que el nuevo equipo de gestión, en el que confío, la reciba. Lo que ha faltado en la Agencia desde su creación es una regulación jurídica de su situación, y tener un plan de actuación. No ser una agencia de socorro para intelectuales en paro o artistas que trabajan poco. Necesita un plan director que no ha tenido, elaborado desde el conocimiento del género y del papel de la Administración, pero sin intervencionismo, porque su papel no es producir; y que incluya el caso particular de la Compañía Andaluza de Baile, cuya situación actual carece de sentido.

-Parece que queda mucho por hacer...
-... Y por deshacer. La Ciudad del Flamenco en Jerez, por ejemplo: alguien tiene que decir que es un disparate, ni ahora con las vacas flacas ni antes con las vacas grandes. Eso no cabe en el presupuesto de un Ministerio de Cultura. El PSOE en su momento lo criticó razonablemente, para abrazarlo cuando alcanzó la alcaldía.

-¿Cómo valora el programa de la Bienal 2010?

-Tiene buena pinta. La Bienal ahora, afortunadamente, es más la oferta de los artistas que las ideas de la dirección, y es saludable. Hay propuestas que sinceramente no me parecen, que se nota que son de compromiso, de esas servidumbres inevitables que todo programador tiene, pero también hay cosas interesantes. Creo que la Bienal debe reconducir la manía de provocar estrenos absolutos. Algo que reconozco que inicié yo -y me equivoqué-, pero se siguió fomentando. En mi tiempo era un intento de alcanzar lo máximo posible, pero se generan demasiadas expectativas. Y no hay mercado para tanto estreno.


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