27 mayo 2010

Performance. Fernando Sánchez Pintado

Una novela de ambiente carcelario obra de un escritor que en su día estuvo preso y fue después alto cargo de Instituciones Penitenciarias.

Un autor a los dos lados de la barrera

Fernando Sánchez Pintado (Madrid, 1950) es licenciado en Filosofía y Administrador Civil del Estado.
Desde 1968 a 1973 estuvo en la cárcel por su militancia antifranquista. Como Administrador Civil del Estado fue subdirector general de recursos humanos de Instituciones Penitenciarias (1989-1991). A partir de los años ochenta ha desarrollado su actividad profesional en ámbitos muy diversos de la gestión pública, como director de gabinete, gerente del museo Reina Sofía o la dirección de la campaña de comunicación del euro.

Entrevista


El título, Performance, remite al mundo del arte. Pero se nos anuncia una novela de ambiente penitenciario...

El término performance se suele aplicar al arte y a él están asociados elementos como teatralidad, espectáculo, improvisación y provocación, que pretenden superar las representaciones convencionales. La vida social y el comportamiento de los hombres pueden ser vistos y recreados como performance. Lamento que en español no exista un término equivalente, pero he querido usarlo por su expresividad y porque tiene el sentido de espectáculo en el que se recrea de manera más o menos espontánea y provocativa las relaciones humanas. En el transcurso de la novela la vida penitenciaria y el ansia de poder se van entrecruzando, pero, en lugar de hacer que los personajes terminen descubriendo algún sentido nuevo a sus actos, sólo repiten lo que ya eran y hacían. Ni en las cárceles ni en el poder hay espacio para una catarsis liberadora, sólo para performances, para una representación cruel de la realidad.

... lo cual no quiere decir que transcurra entre barrotes.

Así es. En la propia estructura de Performance, en las situaciones, en el estilo y en los personajes se va alternando el mundo penitenciario con el del poder y las instituciones culturales que crecen a su sombra. En gran medida la acción se desarrolla fuera de los muros de la prisión, pero el peso de lo que ocurre “allí dentro” no deja de imponerse a todos, a quienes vigilan a los presos, a quienes dirigen las prisiones, a quienes se esfuerzan por hacer de ellas algo más humano y también a quienes pretenden convertirlas en un espectáculo cultural más.

Los lectores y espectadores de obras carcelarias (si se me permite la expresión) caemos fácilmente en la tentación de intentar sacar, a partir de lo que pasa dentro, conclusiones válidas para el mundo de fuera. ¿Es una actitud razonable?

La aproximación literaria, por no hablar de la cinematográfica, al mundo de las cárceles suele centrarse en sus aspectos más tópicos y tremendistas; a veces parece que se tratara de satisfacer la curiosidad del lector y de tranquilizar su conciencia. Al margen de su mayor o menor verosimilitud, casi siempre escasa, esta visión me produce cierto malestar, porque no refleja el sentido profundo del universo carcelario, de una institución total de la que forman parte no sólo los presos sino los propios carceleros y todos aquellos que giran en torno a ella: responsables políticos, jueces, comunicadores...

En Performance, incluso en la parte que transcurre en la cárcel, los presos no son los protagonistas, sino los carceleros, precisamente para ofrecer desde su visión y su vida ese otro sentido de la reclusión, porque ellos, en cierto sentido, también están encerrados, también padecen las consecuencias del encierro al que someten a otros hombres. Creo que de esta manera –más allá de la trama narrativa y de las situaciones concretas en que se desarrolla la acción- se descubre que, en efecto, existe un cierto paralelismo entre lo que ocurre en el interior de una prisión y la vida social.

¿Hasta qué punto lo que ocurre en la novela tiene que ver con tu experiencia personal? Y no me refiero sólo a tu paso por la cárcel y por Instituciones penitenciarias, sino también a tu paso por los museos.

Es imposible que exista una obra literaria que no hunda sus raíces en la experiencia vital del autor. Sin embargo, cualquier obra, si excluimos las estrictamente autobiográficas, trasciende por entero esa experiencia. En primer lugar, porque el propio tratamiento literario exige que se aleje de ella, que no sea más que materia bruta con la que se trabaja. Pero, sobre todo, porque más allá de lo que narra y de las intenciones del autor, la obra se constituye como un todo autónomo. Y por ello trasciende su experiencia individual y puede ofrecer a los demás una visión de una época, de una sociedad, de unos personajes y unas situaciones en los que puedan reconocerse.

En el caso de Performance, mi experiencia y mi conocimiento directo de los distintos ambientes en que se desarrolla, me han proporcionado muchos elementos a la hora de escribirla. Pero no son más que un punto de partida. Sin duda, me han permitido tener una perspectiva realista de la vida cotidiana de cárceles y de museos, de la marginación social y de la cultura institucionalizada, en suma, del poder, pero quiero subrayar que la relación que a lo largo de la novela aparece entre estos dos mundos, además de construida como ficción, responde al propósito de mostrar cómo hoy desde el mayor sufrimiento hasta el ansia de libertad pueden convertirse en espectáculo y, de esa manera, privarles de valor, incluso de sentido.

¿Conociste a gente como Ferreras o Sandoval... o como esos mecenas y esas directoras a los que no pareces apreciar

Ninguno de los personajes de Performance es real, todos ellos son personajes de ficción y, como es lógico en una novela, se han ido formando en función del conjunto de la propia historia narrativa: su carácter, sus pasiones, sus esperanzas y sus temores, no pueden corresponderse con una persona real previa. El resultado novelesco sería desastroso, no tendría para el lector el menor interés. Sin embargo, tanto los personajes como los ambientes en que transcurre o lo que sucede, son reales o, si se quiere, realistas. La descripción de las galerías, de las celdas de aislamiento, el silencio y el paso del tiempo vacío de las cárceles; el hastío y la mala conciencia de los funcionarios de prisiones; los momentos terribles en que estalla un motín; todo ello está descrito de manera precisa y realista. De la misma manera que el mundo del poder, las formas cada vez más vacías en que la cultura se nos ofrece como espectáculo, la inanidad de los personajes que toman decisiones decisivas como si no fueran a afectar a personas de carne y hueso, todo esto también es muy real.

Impresiona tu manejo del argot de la cárcel, que suena muy real, nada afectado.

El uso impostado del lenguaje me parece insoportable, da igual de cuál se trate, culto o popular. Pero ocurre con más frecuencia cuando tiene que ver con algunos grupos sociales, en este caso con el argot carcelario. Es artificioso y el lector lo nota inmediatamente y, por supuesto, no se cree lo que está leyendo. En mi caso, pasar años en la cárcel alguna ventaja tenía que tener... Obviamente, en una prisión ni los presos ni sus vigilantes hablan como en los despachos oficiales. Pero, al mismo tiempo, he procurado no abusar de términos que harían difícil la lectura y la comprensión del texto, he utilizado los imprescindibles y de manera tal que, gracias al contexto, se entiendan. Y, desde luego, que cada personaje hable tal y como hablaría en la realidad.

Al cabo, Performance es una novela sobre...

Para un autor resumir su obra no es, precisamente, lo más fácil. Performance gira una y otra vez en torno a la reclusión y también en torno al poder. Son dos caras de la misma moneda. Reclusión penitenciaria y otra reclusión, la del poder, la de quienes son una representación, una performance del poder, que es aún más cruel y grotesca. A lo largo de la novela se va avanzando hacia el encuentro entre estos dos mundos, que habitualmente se nos presentan separados de manera radical, como si en realidad no tuvieran nada que ver.

También es una novela de la redención imposible, el peso de lo que ha ocurrido y de lo que sigue y, posiblemente, seguirá ocurriendo, hace inútiles todos los esfuerzos por liberarse. La posibilidad de escapar, incluso de rebelarse, es cada vez más una forma de teatralidad y de falsa conciencia.

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