Con Escalas melografiadas iniciaba una obra narrativa que no puede compararse con su producción poética, pero que mantiene unos vínculos innegables con ella a través de unas evidentes relaciones intertextuales.
Organizados en dos partes (Cuneiformes y Coro de vientos), estos relatos son una primera manifestación en prosa de la escritura en libertad que ya había iniciado en su poesía, el reflejo fragmentario de una realidad opaca marcada por una doble experiencia traumática: la muerte de su madre y un encarcelamiento arbitrario.
Sus textos, entre la prosa poética y la voluntad narrativa, oscilan también entre la huida imaginaria de los muros de la prisión en el sueño y el recuerdo, entre el presente y la infancia de la casa familiar, la evocación de las hermanas o la madre:
Mi madre estaba allí. Vestida de negro unánime. Viva. Ya no muerta. ¿Era posible? No. No era posible. De ninguna manera. No era mi madre esa señora. No podía serlo. Y luego ¿qué había dicho al verme? ¿Me creía, pues, muerto?
Vallejo, comprometido radicalmente con el presente y contra la injusticia, buscaba, en palabras de Patricia de Souza en su prólogo, “una verdadera escritura literaria que lograse separarlo de la realidad que lo oprimía para ser un hombre libre. No a través del cinismo, sino del grito, del desgarro.”
Pero no renunciaba a la denuncia, como en este Muro Noroeste:
El hombre, que ignora a qué temperatura, con qué suficiencia acaba un algo y empieza otro algo; que ignora desde qué matiz el blanco ya es blanco y hasta dónde; que no sabe ni sabrá jamás qué hora comenzamos a vivir, qué hora empezamos a morir, cuándo lloramos, cuándo reímos, dónde el sonido limita con la forma en los labios que dicen: yo... no alcanzará, no puede alcanzar a saber hasta qué grado de verdad un hecho calificado de criminal es criminal. El hombre, que ignora a qué hora el 1 acaba de ser 1 y empieza a ser 2, que hasta dentro de la exactitud matemática carece de la inconquistable plenitud de la sabiduría ¿cómo podrá nunca alcanzar a fijar el carácter delincuente de un hecho, a través de una urdimbre de motivos de destino, dentro del gran engranaje de fuerzas que mueven seres y cosas enfrente de cosas y seres?
La prosa matinal de César Vallejo, en feliz expresión de Edgar Montiel, se proyecta en las estampas más líricas que narrativas de Cuneiformes y en los cuentos de Coro de vientos, mucho más consistentes como relatos.
Pero, además de la calidad de su prosa y de una voluntad de ruptura común a Trilce, lo más llamativo de estos textos es su vinculación con los poemas de Vallejo. El burro inolvidable de los Poemas humanos (Fue domingo en las claras orejas de mi burro) es el que aparece en Más allá de la vida y de la muerte, la evocación de su madre muerta en un relato que anticipa el tono y el tema de Pedro Páramo y el mundo narrativo de Rulfo.
La nostalgia de los desayunos infantiles en la casa familiar que evoca en Alféizar recuerda mucho a uno de los poemas de Los heraldos negros: El pan nuestro; Cera trata el azar y el juego de manera similar a Los dados eternos; Muro noroeste se centra en el mismo episodio de La araña de Trilce.
Los temas que aparecen en Escalas son los mismos que vertebran Trilce –la orfandad, el encarcelamiento, el deseo sexual, la animalidad o la injusticia- y están en la raíz de los póstumos Poemas humanos, en los que persisten el recuerdo de la cárcel, de la madre muerta/viva o el desdoblamiento. Dos ejemplos: los poemas titulados El momento más grave de la vida y El buen sentido ya están prefigurados en algunos de los relatos de estas Escalas melografiadas que publica Barataria en su colección Humo hacia el sur.
No hay comentarios:
Publicar un comentario