14 octubre 2010

Izquierda y derecha de Joseph Roth




Joseph Roth (Brody, 1894-París, 1939) fue uno de los más personales escritores centroeuropeos de habla alemana, en cuyo idioma escribió toda su amplia obra. Sus orígenes familiares eran de un nivel acomodado y tradición judaica: ostjuden, judíos del Este, mal considerados en los círculos vieneses judíos. En 1914 ingresa en la Universidad de Viena, que casi podía considerarse un gueto judío, para estudiar Literatura y Filosofía. Sin embargo, a pesar de ser pacifista, se alistó voluntario en el 16, año en el que hace desaparecer su primer nombre, Moses, porque ser judío es ya peligroso en Centroeuropa y Joseph es un nombre más discreto. A partir de 1923 viajó por Europa como corresponsal del Frankfurter Zeitung, como también lo haría Sándor Márai pocos años después. Publicó cientos de artículos y reportajes periodísticos, testimonio de la convulsa Europa de entreguerras. En 1925 Roth es nombrado corresponsal en París. Al cabo de un año le envían a la -desde casi una década- Unión Soviética. Las excelentes crónicas enviadas desde la URSS nos lo muestran absolutamente decepcionado. Roth constata en sus artículos la evidencia de que el joven Estado comunista estaba lejos de alcanzar una sociedad mejor. En el 32 publicó la novela que le haría más famoso: La marcha Radetzky, un gran fresco de la sociedad austrohúngara, que rezuma un cierto toque satírico y nostálgico a la vez. A partir de 1934, vivió huyendo de ciudad en ciudad por una Europa que observa incrédula el ascenso del nazismo. Incluso se convirtió al catolicismo en sus últimos años, tratando de ser lo más austríaco posible… Muere en París, completamente alcoholizado, en 1939.

Izquierda y derecha (en otras ocasiones traducido como A diestra y siniestra) se publicó en 1929, tras una abundante producción previa, y ya vemos expresado su mundo propio, que siempre planea sobre el ocaso de un modo de vida: la sociedad centroeuropea de entreguerras, que recoge los restos del imperio y los albores de los grandes cambios que vendrán. El autor elige, con una gran carga simbólica, a los personajes: una familia alemana, los Bernheim, en franca decadencia, con dos hermanos, Paul y Theodor, representando posturas enfrentadas, y una gama de personajes secundarios (el Doktor Koenig, el húngaro Tekely, el industrial Enders…) que revolotean alrededor del tercer gran personaje, el ruso Brandeis, interesantísimo como motor de toda la narración, y a su vez, eje simbólico e ideológico. Los personajes femeninos ocupan una posición secundaria; la madre de Paul y Theodor, defendiendo sus miserias cotidianas, Irmgard, como una niña de papá consentida y frívola; Lydia, en otro nivel social va siendo traspasada de unos a otros brazos… En una conversación entre Brandeis y Paul brota el pesimismo rothiano: ¿Qué necesitábamos nosotros? Mujeres. La juventud actual necesita sangre (…) La muerte les atrae tanto como a nosotros nos atraía la vida.(…)Actúan movidos por el miedo y la sed, como los animales. Las ideas no son más que pretextos, nunca han sido otra cosa (…)¡Qué tristes son los idealistas!

Tanto Paul como Theodor quieren salir adelante en el maremágnum, no saben muy bien cómo, pero quieren subir, llegar a la cima, al precio que sea, y no dudan en aceptar ayudas dudosas, matrimonios de conveniencia, apoyos poderosos. No son felices. Brandeis, sin embargo, ha sabido llegar a la cima, saborear el poder, dominar. Tampoco es feliz, pero sabe lo que quiere: ser libre. Y está dispuesto a pagar su precio: lo decisivo –le dice a Paul- es poder abandonarlo todo sin tener la sensación de estar haciendo nada extraordinario. Pienso que este es el personaje principal, aunque el peso de la narración lo lleve la vida de Paul. Novela de sátira feroz, de humor amargo, en la que el Berlín de la república de Weimar se ve retratado, con sus luces y sobre todo, sus sombras; toda una sociedad dividida en los que están a un lado y a otro, aunque no distingamos bien la línea fronteriza: en aquellos días -afirma Roth- la moralidad del mundo dependía exclusivamente de la estabilidad de la moneda (…) Son las Bolsas las que definen la moral social.

Lo que encontramos, en general, son seres infelices e incapaces de dar felicidad ni amor. El amor es algo que el autor no contempla, en general, en sus novelas. Sin embargo describe muy bien la soledad y la impotencia, el resentimiento y la mezquindad. Todo un panorama que preparaba la hecatombe posterior que hubo de sufrir Europa.

La edición de Barataria merece atención: de buena factura, un formato cómodo de leer, y estéticamente muy bien cuidado.

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