La Voz de Galicia
Culturas
16/10/2010
Héctor J. Porto
Culturas
16/10/2010
Héctor J. Porto
Una vez más se cumplió la fatídica máxima y el reconocimiento le llegó al artista tras su fallecimiento. Así ocurrió a José María Millares Sall (Las Palmas, 1921-2009), que acaba de recibir a título póstumo el Premio Nacional de Poesía por Cuadernos, editado por el sello Calambur y considerado así como el mejor poemario publicado en el 2009. Ya el pasado febrero le había sido otorgado al libro el galardón Ausiàs March por los mismos méritos. Todo comenzópoco antes, en el 2008, con la reedición de Liverpool (también a cargo de Calambur), con motivo del 60 aniversario de su primera aparición. La efeméride hizo girar los focos fugazmente sobre el vate grancanario, confi nado a un público minoritario y a los lectores del archipiélago. Esta tardía eclosión llegó gracias al empeño de su sobrina Selena Millares, profesora de Literatura Hispanoamericana de la Universidad Autónoma de Madrid, y el crítico Jorge Rodríguez Padrón,que trataban de romper ese aislamiento e intentaron promover su publicación en la penínsulabuscando una mayor proyección que el propio autor ansiaba. Al esfuerzo de Calambur se sumaron Barataria (Esa luz que nos quema) y el Pen Club de Galicia (Case cen poemas), dos antologías que abarcan los inéditos de la etapa de escritor, respectivamente. El 8 de septiembre del 2009 murió, antes de poder comprobar la acogida que recibirían los tres volúmenes. Sí disfrutó al menos del caluroso homenaje de sus paisanos, que unos meses antes le concedieron el Premio Canarias de Literatura.
A pesar de su querencia por lo existencial, mucho cambió su poesía desde unos inicios cercanos al realismo y lo social —un poco como su hermano el poeta Agustín—. Ya en Liverpool muestra su voz radical, entonces incomprendida, sus indagaciones en el expresionismo y el surrealismo —un poco como su hermano Manolo, el pintor informalista—, y su vinculación afectiva con lageneración del 27, especialmente Lorca y Vicente Aleixandre.
Pero hacia el final —como recogen Cuadernos y Esa luz que nos quema— su palabra se aquilata,su lenguaje se vuelve austero y luminoso, y la libertad expresiva lo es todo. Por eso es tan singular la musicalidad y el ritmo del verso de José María Millares, que crea «sin premeditación alguna: una escritura directa cuyo desarrollo se busca haciéndose y se hace mientras se busca», como explica él mismo en el prólogo de Cuadernos.
El poeta grancanario modela el barro de la palabra sobre la marcha, inspirado, como un visionario que excava, que nada adeuda, movido por un ansia ardiente, en busca de esa luz que hiere, que nos quema, pero cuya persecución no debe abandonarse. No sé si es por «su extraordinaria modernidad», como argumentó el jurado del Premio Nacional, pero no deben dejar de leer la poesía ya imprescindible de Millares Sall.
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