28 junio 2010

Diario de las especies



¿Quién no se ha fijado en el abismo? ¿Quién no ha descrito alguna vez su mundo amparándose en el anonimato, creando una biografía virtual, dejándose acariciar por las manos de desconocidos en forma de comentarios en el blog? ¿Quién no ha sentido la tentación de encandilar con un personaje en tiempo real, modificando los datos o trasladando sólo aquellos que resultan llamativos, recomponiendo todo en un puzzle hecho de tres partes de imaginación y una de realidad transfigurada? El Diario de las especies de Claudia Apablaza es una novela-blog, es un blog-novela, una biografía espúrea en forma de entradas, pero también una conversación entre actores disfuncionales, amparados por sobrenombres extraños, fantasmales. Así que aquí lo tenemos otra vez: las nuevas formas de comunicación interviniendo en el proceso creativo, los códigos contemporáneos de las relaciones personales partiendo no sólo la biografía (al fin y al cabo, un constructo, un género literario), sino la propia identidad. En Diario de las especies se revelan muchas cosas, al principio de una tímida manera, y se hace un ejercicio necesario volver sobre los fragmentos, desconectados unos de otros en apariencia, para entresacar el máximo de profundidad a la red virtual de tejidos y contactos entre las voces que la forman.
La voz de una narradora-blogger que reflexiona sobre procesos creativos lo hace también sobre el propio hecho de escribirse a sí misma: de una forma elaborada, de apariencia natural, va elaborándose también un metatexto acerca de la búsqueda de la identidad y ese río reflexivo pone en evidencia la impotencia del blog como diario íntimo, así como de la obscenidad de la bitácora pública; en el transcurso de una extraña aventura narrada y comentada por muchas voces, hemos de creer en la falsa autenticidad de esas confesiones de escritora migrante, la sinceridad se traslitera y se hurga en los efectos de la inmediatez. Y mientras tanto: un coro griego de comentaristas amparados en irrisorios nicks acosarán sus intentos de escribirse y moldear las zonas huecas. Nadie dejará en paz su relato abismado, todos querrán tomar un trozo de la voz, comérsela. Llevar la virtualidad a otros niveles, documentarla en el plano físico. La voz intenta construir una biografía, las voces la devoran. Al cabo de su búsqueda nos queda la pregunta suspendida en el aire: ¿somos de dónde somos, somos lo que leemos, o somos lo que nos comentan en nuestro blog?

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