29 junio 2010

Dos libros de Macedonio Fernández


Vienen ordenaditos desde el 1 hasta el número 284 los Papeles de Recienvenido y Continuación de la Nada en el Humo hacia el sur que dispersa Claudia Apablaza a través de la editorial Barataria. Si ya Juan Emar y Martin Adán dejaron constancia y sentencia en la anterior tirada de dados es ahora Macedonio Fernández el que es homenajeado como corresponde en este nuevo volumen baratario. ¿Y cómo va la reseña que es llegada de Recienvenido a un lugar que no es pero que, sin más, a veces está? Como Invasión. Bigotito y ponche que son atuendo singular de Macedonio desplazándose a velocidad de hombre por las piezas argentinas. Don Porfirio con una valija que porta sus cuadernos, el hombre que condensa y dispersa la semilla de la gran literatura argentina dentro de un ropero. Macedonio era sensible a la luz. ¿Sólo a la luz?

Obra que se escribe como necesidad de ser escrita pero con poca intención por ser leída. Porque el motivo matemático de Macedonio era la escritura por la escritura. Elemento desdeñado por nuestros grandes hombres patrios de las letras en un momento actual donde salir del armario (literario) es necesidad: un mostrar más que contener y obrar.

Exhibir más que retener letras. Macedonio no podría ser en la época que es el hoy porque Macedonio era un escritor, no un exhibicionista. Así que en los papeles del que es bienvenido pero está por llegar y no se le espera son una rara habis en la que hay que caer si uno quiere guardarse en el ropero y conservar la buena lectura, la escritura que es necesidad de una realidad alterada y emancipada. “Lo imité hasta la transcripción, hasta el apasionado y devoto plagio”, diría Borges.

Comuna anarquista que es isla en medio de la nada, en el centro de sus papeles, Recienvenido aboga por un Público de Accidentes que esté en el lugar del suceso accidental antes que el accidentado. Así ahora sería necesario un Público del Devenir Macedonio que espere su siguiente obra, que sin duda llegará, aunque la espera sea más larga de lo habitual, porque su obra es comienzo y no final, una espiral de la que uno agarra la punta del hilo y que no por mucho estirar, etc. La broma macabra del no suceder, “un torcedor del estilo” nos apunta Ramón Gómez de la Serna en su retrato previo a sus dos obras baratarias. En una despedida de Jorge Luis Borges se adivina un Macedonio “temeroso de la muerte” y se acepta la imposible definición del autor. Sí, la obra del argentino es una humorada trascendental de la raíz cuadrada de dos. Raíz cuadrada de dos que es el paraguas del hombre, como en su momento nos explicó Arnau Puig. Literatura Confusiva y Automatista son estos papeles seguidos de la Nada, repeleta de bobos, gallinas, descompostura y mareos.

“¿A nadie se le ha ocurrido pensar que mi escritorio es el único paraje del mundo en que puedan encontrarse páginas en blanco? Por este sólo hecho meritísimo debería reservarse para mí la primera estatua que sobre. Pienso que, desgraciadamente, habrá que esperar mucho hasta que haya pedestal en blanco.” ¡Qué afinado Macedonio desvirgando a la Nada! Con su velita consumiéndose dentro del ropero en el que escribía para apartarse de la engañifa de la realidad que tienta y es falsa. Macedonio deshace la madeja de las matemáticas y se cubre de paradojas imposibles en este mundo, pero ciertas y tentadoras en el lugar que ocupaba. Un desarreglo avanzado del idioma y de la comprensión común. La lectura atenta del argentino con bigotito y ponche inunda al lector en un estado de conciencia ajeno, que es posibilidad anarquista del suceder que debe venir pero que no viene porque de repente otro motivo salta entre las letras y el cazador debe disparar a ese conejo pero no aprieta el gatillo porque un león se esconde entre los matorrales, y no aunque intente ir contra el peligro un nuevo elemento ocupa la atención. La escritura a salto de mata, en cierto modo. Un caminar que es un doblar de esquina a cada paso.

Hará bien el ocupadísimo lector en jugar al Truco con cartas marcadas y tantear a Macedonio y leer a su modo estos Papeles de Recienvenido y Continuación de la Nada. Imaginar la conversación que no será dentro del ropero:
—Maestro, la vela.
—Estese tranquilo, le quedan veinte dedos por consumir. Agárreme un prendedor y dele fuego al bidón de gasolina, con la chica que sueña dentro.
—Así sea.

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