04 abril 2011

Entrevista road movie a Miquel Silvestre

El gusanillo de los libros
Blanca Vázquez

04/04/2011



Hace unos días hemos hablado de Un millón de piedras, la aventura que nos hace vivir Miquel Silvestre recorriendo África en moto. Los 15.000 kms del libro están contados con toda la naturalidad, energía, frescura, paciencia y “savoir faire” de que este alicantino de Denia hace gala. Y es que Silvestre tiene una velocidad atómica. Delgado, atractivo, de ojo vivo con ansia de absoluto, rostro anguloso y concentrado, amante de la música punk rock, cuyos libros sagrados van desde "El cuaderno gris" de Josep Pla a "Los diez mil" de Jenofonte, pasando por Ernesto Sábato y su "Abbadón el exterminador", para quien sus islas de desconexión entre viajes tan exóticos son Denia y Asturias. Claro que ante espíritu tan libre y valeroso siempre surgen dudas de mentes con síndrome conspirativo o esotérico. Piensan, quizás, que algo raro se esconde detrás de un personaje así, que sale hasta en la sopa. ¿Tendrá este chico unos padrinos cinco estrellas?. La verdad es que posiblemente los padrinos que sospechan estos sujetos no sean más que lectores a los que ha entusiasmado la escritura salpicada de verdad de Silvestre.
Por supuesto, también, lo que cuenta.

Añadamos el boca a boca, que es el mejor marketing que un autor puede ostentar, junto a un esfuerzo promocional digno de admiración. De esto último yo misma he sido testigo. Un testigo de excepción por medio de una entrevista en vivo y en directo, que podría calificar de road movie con motivo de la presentación en Bilbao, el pasado 1 de abril, de Un millón de piedras en el concesionario Honda, al convertirme durante un día en la sombra de este autor lleno de vitalidad, trabajador incansable, peleando con argumentos la promoción de su trabajo de viajero.

Lucía el sol en un estreno de abril luminoso que devolvía el reflejo brillante del caparazón del Guggenheim. Miquel Silvestre tenía una agenda tan activa como él. Al verle aparecer y recibirme con una Honda Varadero me dije, más vale cámara en mano que reportaje volando. Monté rauda y con garbo de paquete y a sentir el aire de la gran Bilbao, casco mediante. Mientras recorríamos la Gran Vía le sugerí si era consciente del impulso que estaba dando al turismo africano, ahora tan necesario. Su cara de sorpresa me confirmó que no había caído en ello.
Embaucador, seductor y de mente rápida, tanto como sus palabras, Silvestre me arrastró a la cita que tenía con Kike Alonso en Onda Vasca. En vivo y en directo, nos recibieron con los sones de la banda de rock Marea, original de Navarra. Escasos minutos en los que el autor de Un millón de piedras desgrana con las palabras exactas, sin dejar que ningún punto muerto se coma su tiempo, lo esencial del libro y los motivos para comprarlo, disfrutarlo o regalarlo. Se percibe la cara de asombro de Alonso, que no olvidó preguntar si la sangre y heridas mostradas en el libro eran reales.

De vuelta a la moto. Bajamos la calle Autonomía y rememoro el modo como Silvestre ha construido el libro, de manera no lineal. Nos enfrenta, desde la primera página, a un accidente ocurrido en una carretera nacional Sudáfrica. “Un golpe de efecto, un recurso literario”, me contesta. Empezar a contar, desde su estancia en un hospital, un viaje en moto, yuxtaponiendo planos. Ya lo apunté en Beatitud, visiones de la beat generation, su narrativa es muy cinematográfica.

Cruzamos la Ría, nos paramos frente a la Parroquia de San Nicolás de Bari. “Sudáfrica es el país que menos me ha gustado. Es un país que me repele”. No podía evitar preguntarle que territorios africanos le han gustado más y cuales menos. “Rabia y racismo siguen siendo la monserga diaria”, sigue diciendo. “El negro sudafricano se cree inferior debido a la cantinela de tantos años de apartheid. Entonces reacciona con irascibilidad y rabia ante la desigualdad racial y comete errores, justificando todo en base a esa desigualdad”.

El calor empieza a apretar o quizá sea el debate que se cierne sobre nosotros. Su respuesta me lleva a comentarle lo que el politólogo y periodista francés Stephen Smith expone en su ensayo Negrología, al achacar al pueblo africano su parte de culpa, por replegarse en su diferenciación como raza y pueblo del resto del mundo. “Deben hacer un esfuerzo y trabajo enorme para ganarse la libertad fuera de la tutela de las ONGs y Organismos internacionales”, algo que apunta Silvestre en su libro. “Son sociedades tribales”, continua, “que sin embargo, fuera de Sudáfrica, (Tanzania, Kenia, Zimbawe..) no resienten diferencia alguna por el color de su piel, aunque sí que hay una desigualdad por otras razones, como la de formar parte de una tribu o de otra, sin que exista el concepto de ciudadanía general. Es difícil construir una democracia en una sociedad donde unos miembros no consideran a otros personas”.

Aquí nos hemos adentrado en un terreno denso e importante del libro. Hemos recorrido otro tramo de la ciudad, siempre sobre la Honda. Llegamos a otra estrella de Bilbao, el cielo está más azul que nunca, y estamos en Euskadi, país de pinchos. Nos empieza a entrar sed, una cervecita sentados admirando la fachada del Teatro Arriaga nos sabe a agua en el desierto.

Nadie como Marie Ba, la delegada en Senegal de la auditoria BDO que actúa de sponsor”, vuelve al tema Silvestre, “para explicar la cuestión de las castas formada por las elites y nobleza y los meros supervivientes sin muchas posibilidades de cambiar de status”.

Bilbao bulle, es viernes, día de labor. El gentío nos mira, parecemos turistas. Pero en realidad estamos trabajando. Silvestre sudando, siendo amable y atento con todos lo que, al fin y al cabo, le preguntamos las mismas cosas. Yo, intentando sacar de esas horas a su lado, una entrevista con un toque voyeur para vosotros, lectores.


A propósito de su visita a Senegal le pregunto por ese recibimiento tan amable decorado con un chorreo de ninguneos vía telefónica que le dio el delegado (diplomático!?) de la embajada española en Dakar. Nos reímos, es lo mejor. Ni siquiera le sentó mal a alguien que se está dejando la piel en la aventura para contar. Ante las dudas de que algo sea ficción, ahí están los videos en Exploramoto, además de las fotos realizadas a lo largo de todo el trayecto. Fotos muy profesionales, por otro lado.

Seguimos saboreando la cerveza, haciendo tiempo para comer con un grupo de amigos. Me empiezo a sentir una maleta que llevan de un lado a otro. Aunque el disfrute de la moto no me lo quita nadie. Le tanteo sobre las cervezas africanas, puesto que ha hecho una buena cata. Nabimia, antigua colonia alemana, tiene buenas cervezas, me contesta. Por cierto, ¿capeas las averías de las motos con mucha paciencia?, le suelto al instante. Entonces es cuando sospecho que el sol me está afectando porque mis preguntas me empiezan a parecer de gelatina. Pero Silvestre, al que sonsaqué sus películas preferidas (Apocalipsis Now y La naranja mecánica) tiene paciencia y buen talante. En realidad África está lleno de buenos mecánicos, dice, allí con la invasión de productos chinos (tiendas chinas que están hasta en la aldea más perdida) al africano se le está acumulando la basura, chatarra que a veces consigue reparar pero que la mayoría de los casos no, y se ven montones de residuos por todos lados. Senegal es un vertedero.

El mejor lugar para comer, en un día de sol regalado como este, es sin duda una terraza, donde además se puede fumar un pitillo en la sobremesa con el café. Volvemos a la Gran Vía, cerca del parque Casilda Iturrizar. Rodeada de moteros viajeros, alguno de los presentes había recorrido Latinoamérica de punta a punta. La ensalada es la reina de las peticiones al camarero. Claro que estamos en Bilbao y los segundos platos son más euskaldun. Sigo pegada a Silvestre, y entre bocado y bocado le espeto si recuerda cuantas profesiones se ha inventado al cruzar fronteras. Más risas. Y ¿cuántos sobornos has pagado?. Ninguno, me dice. Me niego. Existe la mala costumbre, sigue diciendo, de llevar siempre regalos para repartir, cosa que no se hace en otros lugares. Luego esperan que todo el mundo de. Ya casi lo exigen. Los americanos crean un mal precedente. Por ejemplo en El Cairo el americano va soltando dólares como medio para protegerse. Los españoles como dejamos poco, somos malos.

Con el café sale otra pregunta gelatina: ¿Por qué a una moto la bautizas con el nombre de Princesa y a la otra que le den? A lo que Silvestre dice muy serio, que eso es porque la segunda no se lo ganó. Solo le dio problemas.

Hacemos tiempo para ir a una entrevista con el recientemente homenajeado Rogelio Blasco de Radio Euskadi Eitb por sus 25 años del programa “Levando anclas”. Le sonsaco, con el último sorbo del café con hielo, quienes le patrocinan. Principalmente la sede española de la auditora internacional BDO, quienes también han comprado 300 libros como regalo de empresa. También esta 2TMoto, que más que dinero aportan materiales y accesorios, un punto de venta, asimismo, del libro.

En un momento dado, todos los de la mesa estamos hablando por un móvil, cada uno del suyo claro. Lo que me recuerda, al escribir esta crónica, que Silvestre me contó lo sorprendentemente bien que funcionan las compañías de telefonía en África. Pobres pero con móvil en un bolsillo y el wifi en el otro. Incluso añadió algo que no está en el libro. El hecho de que haya pueblos pintados con los colores de una compañía determinada. La gente contenta por tener la casa pintada, ni una queja por el repetidor instalado bajo la oreja. Y todo el pueblo satisfecho con sus prepagos y el chiringuito de tarjetas.

De nuevo a disfrutar de paseo en moto hasta la sede de Eitb. Ya me siento motera. Pasamos los controles de seguridad como si de un aeropuerto se tratara (entiendo ahora lo de estar en el aire de los medios). Mientras esperamos a Rogelio dentro de una salita posmoderna de cristaleras espías, recuerdo que una pregunta del comienzo quedó sin contestar del todo. Dime Miquel, sabemos del país que no te gustó, pero ¿cuales te gustaron?. Bostwana, es pacífico y limpio; Marruecos y Túnez, también, son las Suizas de África. Es en ese momento de tranquilidad cuando le reitero que su manera de escribir vivaz, como si nos contara su mirada secreta de las cosas, de plasmar esas vivencias, es lo que le ha diferenciado de otros muchos viajeros de cuaderno en mano, (los del moleskine). Su humor, su manera de añadir un trozo de la historia del país visitado, pero a su manera; hasta esos pequeños relatos con un toque surrealista, como el vuelo a lo baronesa Blixen que le hace sudar en frío, invitado por el socio de la firma BDO en Nabimia. Fue su momento película, con la fauna bajo sus pies.

Aparece Rogelio Blasco, amable y entrañable. Grabamos veinte minutos largos para “Levando anclas”, (cuya emisión será dentro de mes y medio) sobre las aventuras viajeras, el trabajo de Silvestre, no solo en África, también sus otros paisajes, Asia, Canadá, Europa en moto para recorridos de fines de semana, el Irak que vio y del que habla en "El país digital", y sus futuros proyectos, nada menos que el de embarcar la moto en Alaska hasta Japón. Pero también habló de sus libros, cuentos, teatro, novelas. Su trabajo de registrador de la propiedad y sus excedencias. Su amor al motociclismo; el millón de piedras, obstáculos tanto físicos como mentales del camino y las tres mil estrellas que se pueden encontrar; el compañerismo entre los moteros y la solidaridad que se recibe por los caminos. De respuesta rápida, sus datos salen exactos, sin asomo de duda.

La tarde se asienta, salimos y me toca decirle adiós. Le dejo preparado para firmar ejemplares en la casa Honda a todos sus fans, y luego disfrutar un poco de la noche, que es uno de sus momentos preferidos del día. Todavía me da una última vuelta hasta la estación, adivina mi mirada ansiosa por experimentar otra curva sicodélica, y estoy tan emocionada que al despedirme me voy con el casco puesto. Menos mal que este chico está en todo.

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