01 junio 2011

Algunas notas para un ensayo futuro sobre la tradición de la ruptura y otra docena de cosas que nunca leerás en tu revista de modas favorita (y II)

Nota 13, Así habló Vallejo (Y no le entendió casi nadie): "Luis Urquizo [sic] habla y se arrebata, casi chorreando sangre el rostro rasurado, húmedos los ojos. Trepida; guillotina sílabas, suelda y enciende adjetivos; hace de jinete, depone algunas fintas; conifica [sic] en álgidas interjecciones las más anchas sugerencias de su voz, gesticula, iza el brazo, ríe: es patético, es ridículo: sugestiona y contagia en locura" ("Los Caynas", 71-72).

Nota 14, Más políticas de la Posvanguardia: Las poéticas de Emar, Macedonio, Vallejo y Adán son poéticas de la discontinuidad y de la fragmentación, así como de la negatividad y de la ruptura; los procedimientos que emplean (la descontextualización, la sustracción, la parodia, el sinsentido, la puesta en cuestión de la autoridad narrativa, la irracionalidad, lo inverosímil) varían de autor en autor pero les unen en un rechazo radical de las convenciones no sólo narrativas de su época. Este es todo el mensaje político de las vanguardias, y resulta de un descontento con el estado del mundo del que carecen las propuestas estéticas contemporáneas que reivindican el legado de la vanguardia. El resultado de esa apropiación es el de una vanguardia sin programa político, una vanguardia afirmativa de los valores dominantes cuyo Dios es el mercado, al que se ha entregado hace tiempo a juzgar por los sellos en los que publican sus principales representantes. Alguien llamaba a esto en una época "literatura de derecha". Éste también es el drama de la posvanguardia.

Nota 15, Vidas complicadas: Ninguno de los escritores mencionados tuvo una vida simple, pero la verdad es que casi ningún escritor la tiene: Pablo Palacio murió en un psiquiátrico a los cuarenta y un años; Martín Adán se recluyó en un sanatorio en 1960 a consecuencia de su alcoholismo y murió allí veinticinco años después; Juan Emar jamás vio editada su última novela. Ninguno de ellos supera sin embargo a Horacio Quiroga (1878-1937), quien, en una hipotética competencia por convertirse en el vanguardista latinoamericano que peor la pasó, se llevaría todos los premios: su padre murió en un accidente de caza, su padrastro se suicidó, dos de sus hermanos murieron de tifus, su mejor amigo murió cuando Quiroga le disparó por accidente, su primera mujer se suicidó después de una fuerte discusión matrimonial y la segunda lo abandonó y la aparición hacia 1930 de una nueva promoción de autores vinculados al vanguardismo acabó expulsándolo de la escena literaria.

Nota 16, Los silencios: Sin embargo, ninguna de estas tragedias es mencionada en las trescientas ochenta cartas que conforman la correspondencia del uruguayo, reunida por la joven académica y poeta española Erika Martínez en Quiroga íntimo[1]. Las cartas de Quiroga resultan fascinantes por lo que dicen y por la importancia de muchos de sus corresponsales pero también por los hechos que callan, uno de los cuales es la determinación del suicidio, que Quiroga cometió poco después de despachar la última de ellas. Aunque el escritor no habló en su correspondencia sobre los hechos más trágicos de su vida sí dejó testimonio de ellos al menos en una ocasión y de forma indirecta: en el silencio epistolar de un año y medio que tuvo lugar tras la muerte de su primera esposa; ese silencio y la ausencia de testimonios, cartas o fotografías, y la indeterminación incluso de la fecha exacta de su muerte, son paradójicamente lo que Quiroga nos ha dejado de ella.

Nota 17, París: La publicación de la correspondencia del escritor uruguayo se completa con la del diario que llevó durante su viaje a París de marzo y junio de 1900. Quiroga viajó a la capital francesa con la excusa de visitar la Gran Exposición Universal y conocer de primera mano la pasión francesa por el ciclismo, pero allí pasó penurias económicas, no pudo establecer relaciones duraderas y acabó aborreciendo la ciudad. Su rechazo a París fue algo más que una cuestión de simpatías. En su prólogo, Martínez sostiene: "Quiroga cambió las grandes lenguas de cultura por el castellano mestizo de frontera, el ocio burgués por la consagración al trabajo manual, la gran metrópolis por un pueblecito cercado por la selva". Quizás haya que felicitarse por el hecho de que al gran escritor rioplatense del monte y la selva y la naturaleza cruel la ciudad no le haya gustado, porque en la breve y malograda estancia en París, más que en los largos años de residencia en San Ignacio, está todo el origen de su obra.

Nota 18, Macedonio: Unos años después de regresar de París, Quiroga ejerció la función de justicia de forma heterogénea en una pequeña localidad del noreste argentino; allí conoció a Macedonio Fernández (1874-1952), que por entonces era juez. Macedonio fue un autor excéntrico y genial; la publicación de sus Papeles de Recienvenido y Continuación de la Nada (1929 y 1944)[2] es la que más cerca pone al lector español de una auténtica revelación. El escritor argentino produjo una literatura provisional y desmadejada producto de un recelo radical por la forma escrita: en ella, Macedonio se apropia de discursos de gran circulación social en su tiempo como el género epistolar, los anuncios publicitarios, la autobiografía breve, la causerie y el brindis público y los vacía de convencionalismos mediante la comicidad, la ironía sentenciosa y el absurdo. Su gran novela, Museo de la Novela de la Eterna, fue escrita, reescrita, anunciada, postergada y publicada fragmentariamente entre 1904 y 1952 hasta su publicación definitiva en 1967; en ese período tuvieron lugar varios movimientos literarios, incluyendo toda la vanguardia, y dos guerras mundiales, pero Macedonio continuó interesado en dinamitar las convenciones de la novela realista permitiendo la entrada en la literatura argentina de lo paradójico, lo insólito y lo poco convencional. Sin su obra, las de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y Ricardo Piglia no hubieran sido posibles, pero Macedonio, a diferencia de muchos autores que leemos como meros precursores de escritores importantes (y por lo tanto como autores de segunda categoría), tiene entidad y merece ser leído sin necesidad de invocar a sus sucesores.

Nota 19, Personas con las que podría confundirse a Macedonio Fernández en la Argentina si se lo llamara Fernández: Felipe Fernández, poeta y narrador; Guillermo Oscar Fernández, poeta; Mauro Fernández, poeta; Aníbal Fernández, jefe de gabinete; Adrián Fernández, portero de Banfield (1997); Adrián Gustavo Carucha Fernández, de paso risible por el Colo Colo chileno en 2004; Christian Román Fernández, seis partidos con Independiente de Avellaneda en la temporada 1992-1993; Cristian Gabriel Fernández, ex jugador de Racing de Avellaneda; Eber El Pájaro Fernández, jugador que, militando en Cerro Porteño de Paraguay, recibió una cachetada de Diego Armando Maradona en un partido amistoso contra Boca Juniors; Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de la Nación; Fernando Fabián Fernández, dieciséis partidos en la Primera de Talleres de Córdoba de 1991 a 1993; Francisco Mate Fernández, jugó tres minutos en la primera división de Olimpo de Bahía Blanca en 2002; Cintia Fernández, modelo y actriz; José Manuel Fernández, treinta encuentros en Argentinos Juniors entre 1995 y 1996 y dos goles; Sergio Alberto Panchito Fernández, jugó cincuenta y dos encuentros en Rosario Central entre 1994 y 1997; Claudia Fernández, modelo y actriz.

Nota 20, Humorismo de Macedonio: Proviene de tres autores que menciona en uno de los textos de Papeles de Recienvenido, Mark Twain, Laurence Sterne y Ramón Gómez de la Serna, aunque también de cierto humor sentencioso y displicente que es propio de los primeros habitantes de la Argentina y puede leerse aún en su gauchesca: piezas como "Aniversario de Recienvenido" están entre los mejores textos humorísticos que se han producido en español.

Nota 21, Las novedades: Al igual que Papeles de Recienvenido, ni Escalas melografiadas de César Vallejo ni Un año de Juan Emar, Un hombre muerto a puntapiés de Pablo Palacio o el Diario de París de Horacio Quiroga son obras nuevas, pero su radicalidad las asemeja a los proyectos que en la actualidad reivindican la herencia vanguardista. Macedonio Fernández se anticipó a su tiempo al plantear cuestiones como la de la obra abierta y la intertextualidad y la concepción del lector como productor de sentido, sobre los que escribirían más tarde Julia Kristeva, Roland Barthes, Jacques Derrida y otros. El repertorio de innovaciones reivindicado en nuestros días por la posvanguardia ya fue empleado por estos autores, lo que actualiza la pregunta acerca de la novedad de aquello que reclama para sí esa etiqueta. ¿Qué pasa cuando las vanguardias atrasan, cuando los procedimientos con los cuales pretenden ponerse "por delante" del resto de los autores de su tiempo han sido practicados ya hace casi cien años, cuando (para decirlo de otro modo) su novedad ya no es nueva? Nada probablemente, excepto que (como sucede en algunos casos) esa novedad sea lo único que la posvanguardia tenga para ofrecer. En ese caso, el resultado es la inopia.

Nota 22, Saúl Yurkievich y la inopia: Ningún estudiante que coleccione los momentos más desafortunados de la crítica literaria debería olvidar al crítico argentino Saúl Yurkievich. En su libro A través de la trama. Sobre vanguardias literarias y otras concomitancias (Fráncfort del Meno y Madrid: Vervuert; Iberoamericana, 2007), el crítico argentino dijo, de un poema de Martín Adán, que en él "la poesía se recoge, se retira del mundo para fabular su quimera, para entrar en el otro reino que le es inherente -inherencia que toca la trascendencia, que a la caza da alcance-, para entrar en el milagroso reino de la imaginación soberana" (244); hablando de Ecuatorial de Vicente Huidobro, afirmó: "Descendida al fondo sémico, al tiempo y al espacio unitivos, allí donde el ritmo vocal reencuentra el bucal, la lengua, melificada por el placer oral y glótico, opera su regresión genética, abandona la estructura frástica por la sopa sonora" (53). No sabemos lo que todo esto significa, y quizás ni siquiera tenga sentido, pero justifica plenamente la decisión de tanto estudiante de filología que se pasa a veterinaria.

Nota 23, La tradición de la ruptura: Aunque resulte paradójico que los autores rupturistas de las vanguardias latinoamericanas hayan sido incorporados con tanta facilidad al mismo canon cuyos criterios de valor despreciaban y cuya existencia misma les resultaba inconcebible, que escritores como Juan Emar, César Vallejo, Pablo Palacio o Martín Adán sean leídos actualmente como miembros destacados de una tradición rupturista o anti tradicional y que esta tradición ocupe un lugar central en lo que llamamos la literatura latinoamericana, habla de cambios en los valores que determinan la incorporación al canon pero también de la riqueza y la solidez de una literatura que ha podido incorporar incluso a aquellos que procuraron socavarla.

Nota 24, Rescates, posibles explicaciones: Naturalmente existen razones principalmente económicas para este auge de los rescates en España, y esas razones están relacionadas con la pertenencia de las obras rescatadas al dominio público, lo que abarata considerablemente su publicación, ya abaratada en relación a otras épocas en virtud de la incorporación de nuevas tecnologías a la producción editorial. Otra explicación plausible se encuentra en esa precocidad y en la actualidad de las obras recuperadas, que a menudo superan a sus epígonos. Otra se halla en una cuestión generacional: los autores eran jóvenes a la hora de producir estos textos y sus editores a menudo también lo son y unos y otros comparten la muy sana intención de patearle el culo a un par de viejos; en ese sentido, una explicación alternativa se deriva del hecho de que la ruptura producida por estas obras genera la simpatía de editoriales cuyo carácter y programa alternativos les llevan a interesarse por obras situadas fuera del campo de lo establecido. Otra explicación plausible radica en el hecho de que, al menos aparentemente, la popularidad de los epígonos ha preparado a un cierto tipo de lector para el consumo de obras mucho más radicales que las que son escritas en el presente; una última explicación es que quizás, simplemente, la tradición rupturista de la literatura latinoamericana producida entre 1920 y 1940 es, con excepciones obvias, mucho más interesante y posee mayor calidad que la literatura iberoamericana posvanguardista producida en nuestros días. En el caso de que esto último sea cierto, como todo parece indicarlo, supongo que podemos comenzar a celebrar: aún nos queda por leer a Jorge Cuesta, Leopoldo Marechal, Xul Solar, Gilberto Owen, Norah Borges, Arqueles Vela, Santiago Dabove, Hefrén Hernández, Vicente Huidobro y Felisberto Hernández (éste último rescatado recientemente en la Argentina) y a muchos otros, entre ellos los textos más importantes de los miembros de la vanguardia argentina de la primera mitad de los setenta: El fiord de Osvaldo Lamborghini, El frasquito de Luis Guzmán y La piel de caballo de Ricardo Zelarayán. Todos ellos surgen de una fuente que parece inagotable.

Nota 25, Bibliografía: En la ingente bibliografía de la vanguardia latinoamericana destacan el libro de María Bustos Fernández Vanguardia y renovación de la narrativa latinoamericana (Madrid: Pliegos, 1996), el de Carlos García y Dieter Reichardt Las vanguardias literarias en Argentina, Uruguay y Paraguay. Bibliografía y antología crítica (Fráncfort del Meno y Madrid: Vervuert; Iberoamericana, 2003), la antología de Mihail Grünfeld Antología de la poesía latinoamericana de vanguardia (1916-1935) (Madrid: Hiperión, 1997) y el extraordinario ensayo de Ana María Amar Sánchez "Literature in the margins: a new canon for the XXI century?". Ciberletras. 26 marzo 2007 . También el libro de Katharina Niemeyer ya mencionado. En todos estos casos, sin embargo, es pertinente recordar al lector las palabras que Martín Adán dirige a su amada en La casa de cartón: "¡Ah, Catita, no leas libros tristes, y los alegres tampoco los leas!" (88).


[1] Quiroga, Horacio: Quiroga íntimo: Correspondencia. Diario de viaje a París. Ed. y pról. Erika Martínez. Madrid: Páginas de Espuma, 2010.

[2] Fernández, Macedonio: Papeles de Recienvenido y Continuación de la Nada. Pról. Ramón Gómez de la Serna. Epíl. Jorge Luis Borges. Barcelona: Barataria, 2010.

[Publicado originalmente en Quimera 330. Abril de 2011]

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